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Actualizado: 24 de julio de 2025
Enfrente don Víctor, un poco alegre, fingía enamorar a Visitación y recitaba versos de sus poetas adorados y repetía hasta parecer un martillo: ¿Qué delito cometí para odiarme, ingrata fiera? quiera Dios... pero no quiera que te quiero más que a mí. Por Dios y por las once mil... cállese usted, Quintanar decía la Marquesa.
No, no soy ingrata exclamó la Nela, ahogada por los sollozos . Bien me lo temía yo... sí, me lo temía... yo sospechaba que me creerían ingrata, y esto es lo único que me ponía triste cuando me iba a matar.... Como soy tan bruta, no supe pedir perdón a la señorita por mi fuga, ni supe explicarle nada....
Contigo, Virgen santa, siempre contigo, siempre a tus pies; estar con los tristes, ésa es la religión eterna, vivir llorando por las penas del mundo, amar entre lágrimas...». Y se acordó del Magistral. «¡Oh qué ingrata, qué cruel había sido con aquel hombre! ¡Qué triste, qué solo le había dejado!... Vetusta le insultaba, le escarnecía, le despreciaba, después de haberle levantado un trono de admiración; y ella, ella que le debía su honra, su religión, lo más precioso, le abandonaba y le olvidaba también.... ¿Y por qué?
Elena Lacante al Padre Jalavieux. Agosto. Señor cura: Me siento muy culpable y muy ingrata para con usted. Le había prometido darle noticias de mi viaje, de mi llegada a casa de mi padre y de lo que fuera de mí.
La señorita Helouin, con la que quiero arreglar mis cuentas desde luego, es una ingrata. Mis pretendidos agravios hacia ella, deberían más bien recomendarme á su estimación; pero parece ser una de esas mujeres, bastante generales en el mundo, que no cuentan la estimación en el número de los sentimientos, que gustan suspirar, ó que se les suspire.
Yo sé que muero; y si no soy creído, es más cierto el morir, como es más cierto verme a tus pies, ¡oh bella ingrata!, muerto, antes que de adorarte arrepentido. Podré yo verme en la región de olvido, de vida y gloria y de favor desierto, y allí verse podrá en mi pecho abierto cómo tu hermoso rostro está esculpido.
Aquí comenzaron las aventuras de aquella noche memorable, que recuerdo siempre como una ironía bajo el nombre de la «noche del Consuelo», y cuyas peripecias quiero consignar, porque persisten siempre en mi memoria y no de una manera ingrata. El cuadro era característico: los cohabitantes de la pieza eran de todas las jerarquías sociales.
Lo que acabáis de decir, señora, aguija el ya grande interés con que vuestra historia escucho, dijo Miguel de Cervantes; pues ¿cómo, señora, si vuestra madre era tan ingrata y desconocida para el amor, versos tenía, para ella compuestos por un amador desdeñado, ni cómo este, sin ventura, pudo ser una desventura para vuestra madre entonces, y ser hoy para vos un crudo enemigo?
Nada me importa de lo que diga o haga: conozco su profunda afección y lo quiero en razón de sus nobles sentimientos. Estaba muy conmovido, hace poco, cuando se despedía... Yo sería, pues, una ingrata si mis relaciones de hoy, pudieran hacérmelo olvidar.
Y los dos viejos, que sólo necesitaban unas cuantas copas para ser dueños de la falla, de la plaza y del mundo entero, metiéronse en el cafetín a continuar la obra. Andresito seguía tieso en su puesto, sin mover los pies, con las piernas entumecidas y el cuello dolorido de mirar a lo alto. ¡Y la ingrata no reaparecía!
Palabra del Dia
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