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El calavera silvestre es un hombre de la plebe, sin educación ninguna y sin modales; es el capataz del barrio, tiene honores de jaque, habla andaluz; su conversación va salpicada de chistes; enciende un cigarro en otro, escupe por el colmillo; convida siempre, y nadie paga donde está él; es chulo nato; dos cosas son indispensables a su existencia: la querida, que es manola, condición sine qua non, y la navaja que es grande; por un quítame allá esas pajas le da honrosa sepultura en un cuerpo humano.

Respondiendo a sus discretas preguntas, fui entregándole, con el pasaporte, toda mi hoja de servicios y merecimientos, que, en Dios y en mi ánima lo juro, nunca me parecieron menos ni más dignos de ser desconocidos; y eso que sólo declaré los más indispensables.

Fray Miguel estaba más retraído y silencioso que nunca. De sus labios no brotaban sino las indispensables palabras que la necesidad o la cortesía nos obligan a pronunciar en la vida diaria, y no sonaba su voz en más largos discursos que los de las devotas oraciones que rezaba en el coro.

El menaje profesional de Belarmino se reducía a los más indispensables utensilios de zapatería, de los cuales don Restituto le había hecho graciosa donación: unas pinzas, un rebote de correderas, una gubia, un desborrador americano, un rodillo de picar, un sacabocados, varias leznas y un torno de montar con horma de hierro.

Villalonga se despidió reiterando sus buenos deseos respecto a Nicolás Rubín. «¡Eh, Jacinto, por Dios, una palabra! dijo D. Evaristo llamándole cuando ya estaba en la puerta . Por Dios y todos los santos, no me olvide usted a ese desdichado... al pobre Villaamil, a ese que llaman Ramsés II». Está recomendado en una nota de indispensables. Conque más no puedo hacer.

Cumplido este requisito, y dichas las indispensables agudezas, y hechos los acostumbrados restregones de manos, sirvió una Maritornes, en abismo de sopera, media arroba de fideos; vertióse negro y abundante mosto en los vasos al efecto; circuló el cucharón de estaño de plato en plato; y entre sorbos, resoplidos, eructos y taconazos, dióse comienzo a la discusión del punto que allí reunía a tan insignes personajes.

Pero sucede también con frecuencia, que una decisión de esta especie, por absurda que sea, se copia en muchos libros y pasa de unos escritores á otros, sin que ninguno se tome el trabajo de examinar con cuidado si es ó no fundada. «El vejete, leemos nosotros; el galán apuesto, la elegante dama, el criado, la doncella, aparecen en todas las comedias españolas como personajes indispensables y perpetuos.» ¿Quién no creerá, al oir esto, que, á semejanza de la commedia italiana dell'arte, el drama español usa también sus máscaras determinadas, moviéndose en tan estrecho círculo?

Porque no era el traspunte vulgar que con cinco minutos de antelación recorre los cuartos de los actores gritando: «Don José; va V. a salir Señorita Clotilde; cuando V. guste». Ni por pienso: Antoñico tenía en su cabeza todos los pormenores indispensables para el buen orden de la representación; dirigía la tramoya con una precisión admirable, daba oportunos consejos al mueblista, hacía bajar el telón sin retrasarse ni adelantarse jamás; cuando había necesidad de sonar cascabeles para imitar el ruido de un coche, él los sonaba; si de tocar un pito, él lo tocaba, y hasta redoblaba el tambor con asombrosa destreza apagando el ruido para hacer creer al espectador que la tropa se iba alejando.

A las pausas elocuentes, cargadas de efectos patéticos, a que obligaba al Obispo la fuerza de la emoción, contestaban abajo los suspiros de ordenanza de las beatas, plebeyas y aldeanas, que eran la mayoría del auditorio. Eran los sollozos indispensables de los días de Pasión, los mismos que se exhalaban ante un sermón de cura de aldea, mitad suspiros, mitad eruptos de la vigilia.

Para que no le sorprendiese que su madre no quisiera recibirla en casa ni verla después de aquella entrevista, al parecer amistosa, le dije con la mayor desfachatez que me había negado a pedir perdón, por considerar que no había existido falta alguna. Fijamos el matrimonio para quince días después. Hicimos a toda prisa los indispensables preparativos.