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Actualizado: 5 de julio de 2025


Mi tía; especialmente, achacaba el suceso, en tono de resentimiento, á que no me gustaban los guisos que ella misma había hecho. Luego vi que era imposible persuadir á aquellas benditas almas de que puede un hombre hartarse una vez de sopa de fideos, de gallo en pepitoria y de arroz con leche.

Mas podemos afirmar, bajo palabra de honor, que un día hemos visto entrar á un niño pidiendo media libra de fideos y se la dieron; otro día entraron varios jóvenes por cohetes y salieron con ellos; y, finalmente, en cierta ocasión entró una mujer pidiendo sanguijuelas y observamos que satisfacían su demanda.

Lo que ella quiere es lucirse, y como vea ocasiones de lucimiento, es un oro. Cuando menos hay que hacer es cuando la pega. Me la traje a casa hecha una salvajita, y poco a poco le he ido quitando mañas. Era golosa, y siempre que iba a la tienda por algo, lo había de catar. ¿Creerás que se comía los fideos crudos?... La recogí de un basurero de Cuatro Caminos, hambrienta, cubierta de andrajos.

Yo veo un bulto tendido en el suelo dijo doña Lupe. ¿Ves algo?... Será algún borracho. Pero observa qué multitud se va reuniendo. Como que los coches no pueden pasar... Y mira qué policías estos. Ni para un remedio. «Señora, mándeme por los fideos... Ya sabe que no hay...» dijo la mona. Vamos... lo que quieres es curiosear...

La mona se dio por enterada, y volvió a la cocina dando brincos. «A ver dijo la señora hablando consigo misma , ¿se me olvidará algo?.. ¡Ah!, el portamonedas. ¿Qué hay que traer?... Fideos, azúcar... y nada más. ¡Ah!, el aceite de hígado de bacalao: lo que es eso no se lo perdono. A cucharetazos es como se cura esto. Y ahora no habrá el realito de vellón por cada toma.

Cuando en vez de discursos cuadraba leer artículos de fondo, de estos kilométricos y soporíferos, que hablan de justicia social, redención de las clases obreras, instrucción difundida, generalizada y gratis, fraternidad universal, todo en estilo de homilía y con oraciones largas y enmarañadas como fideos cocidos, alterábase la voz de Amparo y se humedecían los ojos de sus oyentes.

Hicímosle sitio en la mesa, previne a Facia que le fueran sirviendo desde la sopa de fideos inclusive; y mientras salía Tona y se quedaba su madre cambiando platos y retirando sobras destrozadas de guisotes, y todos le prestábamos grandísima atención, refirió él que bajando un pastor de su invernal, recién empezado el desnieve, a campo travieso, porque apretaba el frío y corría mucho una nube negra por mala parte y peor camino, se paró un instante, para echar una yesca y encender la pipa, a la misma boca de un covachón, conocido de muy pocos, por estar fuera de senda frecuentada, como a la mitad de distancia, por el atajo, entre Tablanca y el pueblo del relatante, pero en término municipal de éste.

Cumplido este requisito, y dichas las indispensables agudezas, y hechos los acostumbrados restregones de manos, sirvió una Maritornes, en abismo de sopera, media arroba de fideos; vertióse negro y abundante mosto en los vasos al efecto; circuló el cucharón de estaño de plato en plato; y entre sorbos, resoplidos, eructos y taconazos, dióse comienzo a la discusión del punto que allí reunía a tan insignes personajes.

Porque has de volver, tienes que volver, sietemesino hipócrita... Papitos, toma, toma; bájate por los fideos y el azúcar. Yo no salgo, no puedo salir. Creo que me va a dar algo... Mira, te pasas por la botica y pides un frasco de aceite de hígado de bacalao, del que yo traía. Ya saben ellos.

Tiendecillas angostas, donde se vendían zarazas catalanas y pañuelos; abacerías de sucio escaparate, tras de cuyos vidrios un galán y una dama de pastaflora se miraban tristemente viéndose tan mosqueados y tan añejos, y las cajas tremendas de fósforos se mezclaban con garbanzos, fideos amarillos, aleluyas y naipes; figones que brindaban al apetito sardinas fritas y callos; almacenes en que se feriaban cucharas de palo, cestería, cribas y zuecos: tal era la industria de la cuesta de San Hilario.

Palabra del Dia

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