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«¿Qué será estoVuelve precipitadamente al balcón, alza el visillo y la ve en la acera opuesta parada ante un escaparate, como si con disimulo se contemplara en su cristal. En realidad, lo que hace es mirar con terror a derecha e izquierda; hasta se nota la respiración alterada que levanta y deprime su hermosísimo pecho, Don Juan piensa: «Esta es la última vacilación

Tomó para una butaca, escogió un buen palco y se lo mandó a Cristeta. «¿Quién la acompañará? pensó . Cuando lo ha pedido para por la tarde, es que lleva al chico.» Y al recordar al niño se le puso carne de gallina. El domingo amaneció sereno, hermosísimo. Con el temor de que se suspendiera la función, se puso don Juan más nervioso que mujer en tienda de sedas.

El día era hermosísimo: un airecillo manso y saturado de aromas campestres movía lentamente los árboles; los andenes estaban casi vacíos; no se oían más ruidos que el rodar del ómnibus que regresaba al pueblo y el alegre piar de una bandada de gorriones, que venía revoloteando a posarse en los alambres del telégrafo.

«No fue don Diego Velázquez dice Palomino el que en este día mostró menos su afecto en el adorno, bizarría y gala de su persona; pues acompañada su gentileza y arte, que eran cortesanas, sin poner cuidado en el natural garbo, y compostura, le ilustraron muchos diamantes, y piedras preciosas; en el color de la tela no es de admirar se aventajara a muchos, pues era superior en el conocimiento de ellas, en que siempre mostró muy gran gusto; todo el vestido estaba guarnecido con ricas puntas de plata de Milán, según el estilo de aquel tiempo, que era de golilla, aunque de color, hasta en las jornadas, en la capa la roxa insignia, un espadin hermosísimo, con la guarnición y contera de plata, con exquisitas labores de relieve, labrado en Italia; una gruesa cadena de oro al cuello, pendiente la venera guarnecida de muchos diamantes en que estaba esmaltado el hábito de Santiago, siendo los demás cabos correspondientes a tan precioso aliño».

Nótanse ademas en las orillas de los bosques otras dos especies de palmas; la una muy elevada y que sostiene sus hojas en una sola línea repartida á los dos lados del tronco, formando un abanico de verde hermosísimo y la otra, espinosa y de hojas semejantes, aunque mas pequeñas, á las de la palma real de Chiquitos.

Decíamos, que el Puente del suspiro, se destacaba cual sombría atalaya á la vista de la casa de Doña Luisa. Esta quedó instalada en el cafetal con sus dos hijas, su antiguo y leal Pedro, criado depositario de la confianza de la familia ya largos años, su servidumbre, y su fiel León, hermosísimo perro de Terranova.

Y tuvo sosiego y pan, fue útil y desempeñó un gran papel, y hasta se hizo célebre y se lo disputaban y le traían en palmitas. No hay ser humano, por despreciable que parezca, que no pueda ser eminencia en algo, y aquel buscón sin suerte, después de medio siglo de equivocaciones, ha venido a ser, por su hermosísimo talante, el gran modelo de la pintura histórica contemporánea.

Una claridad interior iluminaba su mente, beatificándola; y parecía que, trasminando a lo exterior, irradiaba en su semblante y prestaba a su hermosísimo cuerpo mayor beldad que nunca. Así como los campos se cubren de lozanía al llegar la primavera, así como el cielo se tiñe de púrpura y oro cuando el sol va a salir, así doña Luz se mostraba entonces más gallarda y refulgente.

Quilito saltó del sofá y fué a la puerta a ver el carruaje. ¡Qué corte más elegante tenía y cómo deslumbraban su caja y los rayos de las ruedas! el caballo, un alazán hermosísimo, tascaba el freno, impaciente, moviendo sus piernas finas y nerviosas. ¿No has visto al niño? preguntó Quilito al lacayo. El chico contestó que no, ajustándose el sombrero, que parecía venirle algo grande.

«Querido dijo a Rubín la dama esférica, tocándole amistosamente en el hombro . Hágame el favor de decirle a Lupe que la pájara mala sacó pollo esta mañana... un polluelo hermosísimo... con toda felicidad...».