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Actualizado: 5 de junio de 2025


Lo cierto es que había motivo para ello... Figúrese usted seiscientos cadáveres amontonados sobre la arena, revueltos con astillas de madera y jirones de lona... ¡Pobre Ligera!... El mar la había molido de golpe y hecho trizas en tal forma, que el pastor Palombo apenas ha podido encontrar entre todos sus residuos con qué hacer una empalizada para su choza... En cuanto a los hombres, desfigurados casi todos, espantosamente mutilados... inspiraba compasión el verlos asidos unos a otros, en racimos... Allí estaban el capitán con uniforme de gala, el capellán con la estola al cuello; en un rincón, entre dos peñascos, un grumete con los ojos abiertos... parecía vivo todavía; ¡pero, no!

El Francés esto tiene á dicha buena, Que le ha sido la presa muy barata. Encuéntrale, "y amaina vela, antena, Le dice, y deja, amigo, aquí la plata, Sino quieres dejar tambien la vida, A vueltas de la plata aquí perdida." Amainan á pesar vela y trinquete, Rendidos del Francés y su pujanza, Ni queda marinero ni grumete, Que no pierda del todo la esperanza.

Ya hemos dicho que el grumete no soltaba una palabra; y cuando el maestro Zeli se detuvo para tomar aliento. Grano de Sal repitió con un aire más humilde que de costumbre: El desayuno le... ¡Ah! ¡el desayuno! exclamó el contramaestre encantado de hacer caer su furor sobre alguien ; ¡ah! ¡el desayuno! ¡Toma, perro!

Yo miraba estas aguas sin pensamiento, con una vaga tristeza. De cuando en cuando el grumete volvía a su canción. A lo lejos veíamos vagamente los pueblos y el mar, muy azul, con un azul de Prusía, cerca de la costa. Las rocas de los acantilados aparecían ribeteadas por una línea negra dejada por la marea, y los arenales húmedos brillaban al sol.

Vista de lejos, la opinión pública de su ciudad natal le pareció mucho menos temible, y resolviose a arrostrarla, en caso de necesidad, si bien con maña y no provocándola de frente. Más de una vez, en la ligera tienda de campaña o en algún caserío vascongado, se acordó de la Tribuna y creyó verla con el rojo mantón de Manila o con el traje blanco y azul de grumete.

Su éxodo fué breve. Otra mañana, un gendarme le detuvo, le pidió «sus papeles», y hallándole indocumentado, le volvió á la casa paterna. ¡Pobre fugitivo!... Sus progenitores no tuvieron para él ningún gesto cordial: apenas le hablaron; en sus sobrecejos, endurecidos por la cólera, no había perdón. Si no quieres ser cura, serás grumete ordenó el padre.

Era la valerosa pitillera chiquita y delgada; tenía a la sazón el rostro encendido, ladeado el tricornio, y con picaresco ademán repicaba un pandero roto ya, y muy engalanado de cintas. Ana y Amparo figuraban entre los grumetes. La Comadreja hacía un grumete chusco, travieso y cínico; Amparo, el más hermoso muchacho que imaginarse pueda.

Veía ir y venir a las sombras de los marineros por la cubierta y sentía las pisadas de sus pies desnudos. Sonaron las tres en el reloj de la catedral de Bayona, y el patrón dio la orden de partir. Había seis hombres, cuatro marineros, el timonel y un grumete. Salimos llevados por la corriente del Adour, cruzamos por el Boucau, y al rayar el alba, a fuerza de remos, pasamos la barra.

Sin embargo, como el grumete lanzaba gritos espantosos, una buena alma, un alma compasiva, porque las hay en todas partes, lo agarró y lo arrojó al mar diciendo: «Voy a apagarlo

Su único amigo era un gato negro, Belzebuth, con el que andaba por todas partes llevándolo en el hombro. Así como el doctor Cornelius era la bestia negra del barco, un jettator, como dicen los italianos, o un Jonas, como dicen los ingleses, Tommy, el grumete, era la mascota.

Palabra del Dia

rigoleto

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