United States or Uganda ? Vote for the TOP Country of the Week !


La cuesta era ardua, el camino como de cabras; pavorosos acantilados a la derecha caían a pico sobre el mar, que deshacía su cólera en espuma con bramidos que llegaban a lo alto como ruidos subterráneos. A la izquierda los tomillares acompañaban el camino hasta la cumbre, coronada por pinos entre cuyas ramas el viento imitaba como un eco la queja inextinguible del océano. Ana subía a paso largo.

El viento se moderó por la mañana a la salida del sol, y cuando el cielo comenzó a limpiarse y a desvanecerse la bruma, nos encontramos a la vista de la costa de Irlanda, costa formada allí por acantilados de roca viva. El mar, agitado, se fue calmando hasta quedar inmóvil, y el viento cesó por completo. Nos faltaba el agua, y se decidió que nos acercáramos a la costa.

Yérguense rocas perpendiculares y fragosas, en las cuales no ha podido sostenerse la nieve, sobre inmensas pendientes de blancura deslumbradora, y el contraste hace parecer negras las paredes. Nos sobrecoje el espanto al contemplar esas murallas prodigiosas que se recostan en la nieve como acantilados de carbón en la arillo de un Océano polar.

En los acantilados verticales no hay más que musgos: únicamente las malezas pueden agarrarse á las inclinadas paredes de los precipicios. Si la pendiente es menos rápida, pero aun inaccesible para el hombre, se arrastran los árboles entre las rocas y se agarran á las hendiduras con sus raíces; en las planicies se enderezan, en cambio, los tallos y se extiende el follaje.

El nido lo fabrican en cavernas ú otros sitios libres del paso del hombre; pero el indio, aguijoneado por el interés, lo busca en los sitios donde ya supone que existen, descolgándose á veces de grandes alturas en los acantilados de las costas, suspendidos de delgadas cuerdas de bejuco. La codorniz, aunque algo más pequeña que la de España, abunda en los sitios donde hay sementeras de arroz.

Formaba el coral rojos bosques inmóviles en el zócalo submarino de las islas Baleares y en las costas de Nápoles y África. El ámbar gris se encontraba en los acantilados de Sicilia. Las esponjas crecían en las aguas tranquilas al abrigo de los peñascos de Mallorca y de las islas griegas.

No duró mucho el imperio de las tinieblas; el cielo, obscuro y sombrío, fue aclarándose, y la luna, amarilla, enorme, apareció por encima de un montón de nubes y comenzó a iluminar fantásticamente los acantilados negros de la costa y a brillar con reflejos y cabrilleos en las olas. Vamos a tener lluvia dijo el patrón señalando la luna, rodeada de un halo rojizo.

Al pie de sus abruptos acantilados estaba el pueblo de los abuelos de Ulises, la casa en la que había transcurrido la mejor época de su niñez. Así debieron verlo de lejos los griegos de Marsilia, exploradores del Mediterráneo desierto, al llegar sobre sus naves que saltaban la espuma como caballos de madera. Todo el resto del día marchó el Mare nostrum casi pegado á la costa.

Los mares cerrados como el Mediterráneo apenas sentían sus efectos. Las mareas se detenían á su puerta. Pero en las costas oceánicas la pulsación marina alborotaba el ejército de las olas, lanzándolas diariamente al asalto de los acantilados, haciéndolas rugir con babeos de furor entre islas, promontorios y estrechos, impulsándolas á tragarse extensas tierras, que devolvían horas después.

Las aguas, encajonadas entre las numerosas islas del archipiélago griego, se retorcían en opuestas direcciones, exasperándose al chocar contra los acantilados de las costas, con una violencia de retroceso que se convertía en furioso oleaje.