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Actualizado: 5 de junio de 2025
Aquella tarde, cuando juntos bajaban hacia la ciudad, el más animado, el más exaltado era Mefistófeles: Fausto callaba, meditando en lo comprometidos y engorrosos que son ciertos enredos en poblaciones de provincia, donde uno tiene madre y hermanas. Mefistófeles, ¡pobre diablo!, no se cansaba, entre tanto, de ponderar los primores del grumete.
Para suplir la intermitencia de los bramidos de la chimenea, la campana del vapor tintineaba incesantemente, movida por un grumete. Este repiqueteo, semejante a un toque de misa, excitaba aún más la nerviosidad de las señoras. Criticaban muchos al capitán porque seguía adelante, exponiéndolos a un choque con otro buque o a encallar en los bajos del río.
Y ése es el que estáis viendo, amarrado por sus dos cables. A bordo había poca gente: el contramaestre, seis marineros y un grumete; nadie más. Los marineros estaban agrupados en los obenques o sentados sobre los afustes de los cañones.
Don Melchor de las Cuevas se levantó de la mesa, encendió un cigarro, y dijo, ofreciendo otro a su sobrino: Vámonos a tomar café. Gonzalo quiso guardarlo en el bolsillo porque jamás hasta entonces se había autorizado el fumar delante de su tío; pero éste le retuvo el brazo. Enciende, chiquito, enciende; ya has dejado de ser grumete.
¡Caray! ¡si lo sabré yo! repitió el maestro Durand casi ofendido de la pantomima del antiguo grumete. Vamos, vamos, tranquilícese usted repuso éste , no es al cura a quien ha hecho esta donación. Aquí una pausa, y la extrañeza del maestro Durand se manifestó por un excesivo enarcamiento de sus cejas y por la absorción de un glorioso vaso de vino. Es dijo Grano de Sal , a la sobrina del cura, ¡eh!
Semejantes refinamientos se ignoraban en la Fábrica. Ni a las viejas se les daba un comino de enseñar en la fuga del baile la seca anatomía de sus huesos, ni a las mozas un rábano de desfigurarse, verbigracia, pintándose bigotes con carbón. El caso era representar bien y fielmente tipos dados; un mozo, un quinto, un estudiante, un grumete.
El grumete Grano de Sal, después de haberse frotado de alquitrán de los pies a la cabeza, había encontrado conveniente revolcarse sobre un saco de plumas, de modo que, al salir de allí, parecía un volátil de dos pies, sin alas.
Señor Zeli le dijo , el desayuno le espera. ¡Ah! ¿eres tú, Grano de Sal? ¿qué haces ahí, miserable, estúpido, animal, rata de bodega? ¿Quieres que te haga curtir la piel, o que te ponga el espinazo rojo como un rosbif crudo? ¿Contestarás, grumete de desgracia?
Antes de llegar a Orio, el viento cesó por completo y las velas quedaron inmóviles, arrugadas en sus grandes pliegues, como muertas en la calma absoluta de la tarde. Uno de los hombres del patache y el grumete echaron sus aparejos de pesca, mientras los demás marineros sostenían una larga conversación en vascuence acerca de las divisiones de las cofradías de pescadores de Lúzaro.
En el viaje que yo fuí de grumete naufragaron una porción de barcos, y más de cincuenta hombres de aquella costa se ahogaron. No había para mí porvenir de ninguna clase en el país; no tenía dinero, y antes de que viniese la odiosa quinta, decidí ir a Brest o a Saint-Malô, con intención de pasar a Inglaterra y embarcarme para América.
Palabra del Dia
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