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Actualizado: 12 de noviembre de 2025
Pero nada; ni un solo transeúnte detuvo el paso para decir: «¡Eh, chis, chis, venga La Abeja, muchacho!» Los chicos corrían, corrían siempre gritando furiosamente, y yo los seguía jadeante: la hoguera de mi entusiasmo se iba apagando a medida que entraba en calor.
Pasados próximamente diez minutos, se oyó el redoble de un tambor, y aquella masa humana se lanzó corriendo hacia los parapetos, gritando, tanto los oficiales como los soldados: Worwaerts! La tierra se estremecía. Materne irguiose cuan largo era, y colocándose al lado de la trinchera, con voz terrible y un fuerte temblor en las mejillas, exclamó: ¡Arriba!..., ¡arriba!...
«¡Ahora, ahora!» gritó Mesía con el único valor grande que tenía ; y ya a diez pasos de la verja volvió atrás furioso, gritando: ¡Ana! ¡Ana! Le contestó el silencio.
Gracias a este accidente la patrulla le ganó considerable distancia; anduvo cerca de alcanzarle. Pero antes que esto sucediese, el forajido, alzándose con extremada presteza, huyó más ligero que el viento. Don Roque disparó los dos últimos tiros de su revólver, gritando siempre: ¡Date, ladrón! Desapareció por la esquina de la Rúa Nueva.
Lo que ustedes están oyendo; a bofetada limpia y llamándola al mismo tiempo cuanto puede llamarse a una mujer profirió trabajosamente el viejo libertino, volviendo a limpiarse el sudor. ¿Y usted qué hizo? ¿Yo?... Ya ven ustedes lo que hice... escapar. Los ojos se me nublaron. No vi más que una masa de gente que se levantaba gritando, riendo.
¿Cómo...? ¿Qué es eso...? ¿Qué hace usted aquí? El secuestrador trató de acercarse sonriendo de un modo horrible. ¡No se acerque usted o le tiro una piedra a la cabeza! dijo la heroica joven haciendo ademán de bajarse a cogerla. Elena viéndose libre se dio a correr hacia casa, dejando a su infeliz cuñada en las garras del monstruo. ¡Germán! ¡Germán! iba gritando . ¡Germán, un secuestrador!
El ayuda de cámara se creyó obligado también a intervenir y exclamó en tono de protección: ¡Vaya con el joven! ¿Qué crees tú que se puede hacer con cuarenta francos en la Bolsa? Bueno respondió el joven ahogando un suspiro , los llevaré a la Caja de ahorros. El cochero soltó una ruidosa carcajada y se dio unos puñetazos sobre el estómago gritando: Esta es mi caja de ahorros.
Su corazón latía violentamente y poco faltaba para que la angustia la venciera. La voz del intendente seguía gritando con la misma violencia; pero la condesa hablaba al mismo tiempo que él, y Marta sólo pudo oír sonidos mezclados y confusos, y palabras sin ningún sentido. Creyó entender, sin embargo, que hablaban de Elena, del viejo conde y de su herencia.
Terminado el cotillón, comenzó el desfile de la gente. Fué una retirada estrepitosa. Toda aquella muchedumbre se agolpó en el vestíbulo y en la escalinata, charlando en voz alta, riendo, gritando alguna vez en demanda del coche. El vasto jardín, iluminado por algunos focos de luz eléctrica, ofrecía un aspecto fantástico, inverosímil, como los paisajes de los cosmoramas de feria.
Tirando a la izquierda por detrás de aquella casa vieja dijo la Nela se llega muy pronto.... Pero aquí viene el Sr. D. Francisco. En efecto, apareció D. Francisco gritando: Que se enfría el chocolate.... Qué quieres, hombre.... Mi hija estaba tan deseosa de retozar por el campo, que no ha querido esperar, y aquí nos tienes de mata en mata como cabritillos... de mata en mata como cabritillos.
Palabra del Dia
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