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Actualizado: 12 de noviembre de 2025


Cálmese, don Melchor; no hable así; estos señores son mozos bien... ¿quiere que los hable?... ¡Quiero que se vayan cuanto antes! Y que me dejen en paz... ¡que se vayan a hablar mal de , a otra parte! repuso Melchor gritando como para ser oído por todos y entró a su cuarto diciendo en voz alta: ¡Ramona!... Deme un mate, que no he almorzado nada. Don Lorenzo, el coche está ya...

Las figuras de los remadores se levantaron acompasadamente sobre los bancos. Y la voz de los patrones gritando: ¡Hala avante! ¡hala duro! rompió con brío el silencio de la noche. Pero los tirones eran tan débiles con relación a la masa, que el buque apenas se movía.

Consistía en introducir una sortija por una cuerda y agarrarse a ésta todos los tertulianos formando corro; uno se quedaba en el medio, y los demás corrían la sortija disimuladamente gritando: El florón está en la mano. Siga el florón. Siga el florón.

Envanecido por los elogios al azulejo, Baldomero le hizo una «aflojadita», en momentos que llegaban a la casa, y fue a detenerse bajo los ombúes de la caballeriza, gritando: ¡Qué hacen que no llaman estos perros?... ¡fuera! ¡Nemo!... ¡fuera! ¡Bachicha!...

Como su carácter era algo arrebatado y su genio vivo, daba las órdenes gritando y con tanto coraje, que si no las obedeciéramos porque era nuestro deber, las hubiéramos obedecido por miedo... Pero al fin todo se acabó de repente, cuando una bala de medio calibre le cogió la cabeza, dejándole muerto en el acto. »Con esto concluyó el entusiasmo, si no la lucha.

Y el mal humor de la señora se aumentaba cada vez que gritando el Capitan ¡baborp! ¡estriborp! sacaban rápidamente los marineros sus largos tikines, los hincaban ya en una ya en otra orilla, impidiendo, con el esfuerzo de sus piernas y sus hombros, á que el vapor diese en aquella parte con su casco.

Corriendo, gritando, arrojándole piedras, ramas secas, y cuantos objetos encontraban al alcance de sus manos, atravesaron los caminos y los claros, y se internaron, bajando la cabeza, en los sitios más espesos del bosque.

Doña Manuela huyó de este estrépito, que la ponía nerviosa; pero antes de llegar al Principal hubo de detenerse entre sorprendida y medrosa. En el arroyo, la gente se arremolinaba gritando; algunos reían y otros lanzaban exclamaciones indecentes, chasqueando la lengua como si se tratara de una riña de perros.

El talabartero casi bajó en brazos a su cuñado, monopolizándolo, gritando y manoteando en nombre de la familia para que nadie lo tocase, como si fuese un enfermo. Aquí lo tienes, Encarnación dijo empujándolo hacia su mujer . ¡Ni el propio Roger de Flor!

Así gritando roncamente me amenazaba esgrimiendo sus garras. Tres veces se encontraron nuestros ojos, y tres veces nos medimos con gesto amenazador; y de los dos ¿quién se arredró? El águila fué, que huyó aterrada.

Palabra del Dia

vengado

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