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Actualizado: 22 de junio de 2025


Luego, estrujándole con fuerza la máscara sobre el rostro, acabó por arrancársela con rabioso tirón. San Vicente desenvainó a su vez, y exclamando: «¡Muera!», se arrojó sobre su rival. Pero éste le esperaba ya con el acero tendido. Gonzalo se detuvo, y blandiendo furiosamente la espada, gritó de nuevo: Pida perdón el alevoso. Vos a , villano, por vuestras calumnias menguadas.

Caminaban tambaleándose cuando creían marchar en línea recta; se detenían los dos al mismo tiempo en ciertos sitios, sin saber por qué. Su tardo paso ponía en conmoción las «villas». Los perros de los jardines ladraban furiosamente á los intrusos, incrustando sus hocicos entre los hierros de las verjas.

Apenas llegaban á la llanura que, bañada de sol, se presentaba en perspectiva, el perro, que iba de vanguardia, empezó á gruñir furiosamente y erizó los pelos del lomo. Herminia pensó "Ahí está; contra él gruñe este dichoso animal. ¡Con tal que no le muerda! Avanzó enseguida y en el mismo sitio en que el día anterior estaba Roussel vió un hombre echado.

Tornó á brotar la llama con más fuerza y esta vez se detuvo algún tiempo en el hocico del zorro, que lanzó un chillido áspero, ridículo. El Canelo comenzó á ladrar furiosamente y fué necesario que su amo le diese un par de puntapiés para hacerle callar. Los espectadores acogieron con algazara el chillido del animal. El conde no hizo más que sonreir.

Todo esto lo vimos, apiñados en el umbral detrás del conductor y del correo. ¡Hola! ¿Dónde está Magdalena? dijo Yuba-Bill, al misterioso solitario. Aquella figura no habló ni se movió. El cochero se acercó furiosamente a ella, dirigiendo sobre su rostro el ojo de la linterna que llevaba en la mano.

Ya sabíamos que habías salido bien. ¿Has pinchado al coronel? , en un brazo. ¿Cómo fué eso? Verás .... Y le contó los pormenores del lance. Todas se acercaron para escuchar. El coronel se había levantado los pantalones al llegar al jardín y se había remangado la camisa como un carnicero. Atacó furiosamente; pero se fatigaba en seguida, como hombre obeso que era y algo tocado del corazón.

El fraile que administraba su parroquia, describe el fenómeno en las siguientes líneas que literalmente copiamos: «Por el mes de Diciembre de 1754 reventó el volcán más furiosamente que nunca, porque el ruido era como de una batalla muy grande, los terremotos espantosísimos y la oscuridad de la atmósfera tal, que puesta la mano delante de los ojos no se veía: la ceniza y arena que arrojaba era tanta, que cubrió todos los tejados y casas de Manila, la que dista unas 20 leguas y aun llegó hasta Bulacan y la Pampanga.

Somos amigosLa recomendación de Maltrana fue inútil, pues la princesa no gritó ni se aproximó a la puerta. Cada golpazo del cow-boy viejo conmovía toda la fila de camarotes. Sonó un estallido de gritos y maldiciones de gentes súbitamente despertadas. Vibró furiosamente a lo lejos el sonido de un timbre. Era el hombre misterioso que pedía auxilio.

El puerto de la Guayra no es un puerto, ni cosa que se le parezca; es una rada abierta, batida furiosamente por las olas, que al llegar a los bajos fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y violencia increíbles. Hay días, muy frecuentes, en que todo el tráfico marítimo se interrumpe, porque no es materialmente posible embarcarse. Por lo regular, el embarco no se hace nunca sin peligro.

Aprovechando la confusión producida por aquel tiro, los sitiados echaron con rapidez las pértigas que servían de escalas, y dos a dos se deslizaron por ellas llegando a la primera plataforma envueltos en fuego y en humo. Los piratas, que se habían detenido algunos minutos ante el cadáver de su compañero, volvieron a la carga furiosamente, pero momentos después retrocedieron rápidamente.

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