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Actualizado: 22 de junio de 2025
Alrededor del circo, atados a los pies de un banco hecho con tablas, había diez o doce perros flacos y sarnosos. El domador hizo restallar el látigo, y todos los perros a una comenzaron a ladrar y a aullar furiosamente. Luego el hombre vino con un oso atado a una cadena, con la cabeza protegida por una cubierta de cuero.
Una sola estancia rectangular con piso de madera, manchado de harina, lleno de agujeros y rendijas, por las cuales se veía a las ruedas revolver furiosamente con sus brazos de roble el haz del agua.
Ryp, van Stein y los moros se pusieron a cavar furiosamente, mientras nosotros nos alejábamos corriendo por la orilla del río. Llegamos rendidos cerca del mar, y nos encontramos en un arenal inmenso, formado por dunas que el viento levantaba y deshacía. Nos guarecimos los dos en una grieta de la arena y estuvimos así escondidos horas y horas, con el oído atento.
Tomó con mano temblorosa la taza que le presentaban, y después de vacilar un instante, se decidió a llevarla a los labios. Fuese aprensión o que en realidad el te estuviese mal hecho, lo cierto es que percibió un extraño y desagradable sabor. Dejó caer la taza al suelo, y sujetando a su esposa por la muñeca con fuerza le preguntó furiosamente: ¿Qué has echado en este te?
De pronto montó en cólera el canónigo Ulloa, y alzando el brazo dió una tremenda bofetada al arcediano, que súbito contestó con otra no menos contundente y sonora, y al ruído de ellas, cuantos estaban alrededor volvieron los rostros viendo con asombro y sorpresa á los dos eclesiásticos que se acometían furiosamente y luchaban como jayanes á brazo partido.
Tarlein se encogió de hombros, como tenía por costumbre. Tendremos que avisar que está enfermo dijo. Me parece lo único que podemos hacer asentí. El viejo Sarto, en quien la francachela de la víspera no dejara el más leve rastro, había encendido su pipa y fumaba furiosamente. Si no lo coronan hoy dijo, apuesto un reino a que no lo coronan nunca. ¿Pero, por qué?
Era seguro entonces que Andrés tenía dinero en el bolsillo y que Narcisa había conseguido un traje nuevo o un viaje a la ciudad. Julio, que no se aplacaba con dones, aparecía tranquilo a fuerza de cansancio; y la fatiga de haber rugido furiosamente desplegaba su frente huraña y le hacía aparecer menos repulsivo.
El castillo de Rouxmesnil es una edificación blanca, perdida entre el verdor de un parque de diez hectáreas y rodeada de muros y de precipicios. Un espeso bosque de hayas centenarias la defiende del viento del mar, que barre furiosamente toda la llanura. Una importante hacienda dependía del castillo, que no estaba habitado hacía mucho tiempo.
Los dejaron pasar. Y cargando repentina y furiosamente sobre ellos los ponen en dispersión al instante: se hartaron de machacarles los riñones: les persiguieron largo trecho. Volviendo luego como un relámpago sobre sus pasos, tropezaron con el grupo de Rivota que marchaba igualmente cantando, riendo, lanzando gritos de triunfo.
Llamaron a gritos, recorrieron todos los sitios próximos, avisaron a los guardas. Nada. Los demás niños no daban más razón sino que estaban jugando al escondite y que le habían visto correr entre los árboles para ocultarse, y que luego no le habían visto más. Mario sé puso a gemir como una criatura increpándolas furiosamente. Carlota, pálida, pero tranquila en apariencia, le mandó callar.
Palabra del Dia
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