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Llegóse enfin á la Castalia fuente, Y en viendola infinitos se arrojaron Sedientos al cristal de su corriente. Unos no solamente se hartaron, Sino que pies y manos, y otras cosas Algo mas indecentes se lavaron. Otros mas advertidos, las sabrosas Aguas gustaron poco á poco, dando Espacio al gusto, á pausas melindrosas.

6 En sus pastos se hartaron, se saciaron, y se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de . 8 Como oso que ha perdido los hijos los encontraré, y romperé el velo de su corazón, y allí los devoraré como león; bestia del campo los despedazará. 10 ¿Dónde está tu rey, para que te guarde con todas tus ciudades? ¿y tus jueces? De los cuales dijiste: Dame rey y príncipes.

Dejáronme hablar cuanto quise, y cuando más acalorado estaba en el panegírico, soltaron a reír como locos, con lo cual quedé fuertemente avergonzado y confuso. Después que se hartaron de reír, pasaron a tratar de sus asuntos de teatro, pero todavía al despedirse me dijo uno de ellos: «Adiós, Sanjurjo, hasta la vista; otro día hablaremos con más espacio del Sr.

De tal modo que Regalado, adivinando que de seguir así las cosas no se terminaría la faena ni á la media noche, se puso serio y les llamó al orden repetidas veces. Pero no logró nada. Hasta que se hartaron de retozar no se dieron cuenta de que las mazorcas estaban allí para otra cosa que para servir de proyectiles amorosos.

Y habiendoles perorado uno de los capitanes una breve oracion fúnebre, salieron de la capilla, pero con tan grave rostro y furioso semblante, que no hablaron, ni saludaron á los PP. que estaban presentes: antes bien despidieron prontamente al cura que les hablaba, y diciendo que no tenian cosa alguna que tratar, se fueron á la espalda de una huerta de duraznos, en donde se acamparon, y despues, habiendo entrado en la huerta, se hartaron de frutas, de que estaban cargados los árboles.

Los dejaron pasar. Y cargando repentina y furiosamente sobre ellos los ponen en dispersión al instante: se hartaron de machacarles los riñones: les persiguieron largo trecho. Volviendo luego como un relámpago sobre sus pasos, tropezaron con el grupo de Rivota que marchaba igualmente cantando, riendo, lanzando gritos de triunfo.

Cuando la nación francesa cayó en 1793 en manos de aquellos implacables terroristas, más de millón y medio de franceses se hartaron de sangre y de delitos, y después de la caída de Robespierre y del Terror, apenas sesenta insignes malvados fué necesario sacrificar con él, para volver la Francia a sus hábitos de mansedumbre y moral; y esos mismos hombres que tantos horrores habían perpetrado, fueron después ciudadanos útiles y morales.