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Una mujer dijo a nuestra espalda en voz alta: Manuela, ¿no sabes que los indultan? Acaba de llegar un soldado con el perdón del Rey. Mi interlocutor se volvió instantáneamente, como si le hubiesen pinchado. ¡Qué perdón ni qué ocho cuartos! ¡Qué sabe V. lo que se dice! Pus lo mismito que V. ¡El diablo del hombre!

¿Qué caballeros? replicó vivamente Barragán, acometido de inexplicable inquietud. No se alborote, padre, somos nosotros pronunció una voz juvenil y melosa con dejo americano. Al oír esta voz fue precisamente cuando se alborotó el paisano. Dio un salto como si le hubieran pinchado y avanzó dos pasos hacia la puerta con los brazos extendidos como si fuera a cerrarla violentamente.

¡Atrás canalla! gritaba defendiéndose el estafermo . Si le maté a él, haré lo mismo con vosotros, gentuza vengativa y desvergonzada. Y apaleado, pinchado, empujado, arrastrado, fue conducido hacia la puerta como en grotesco triunfo, hasta que condolidos de tanta crueldad, le cargaron a cuestas, llevándole procesionalmente a la ciudad.

Ya sabíamos que habías salido bien. ¿Has pinchado al coronel? , en un brazo. ¿Cómo fué eso? Verás .... Y le contó los pormenores del lance. Todas se acercaron para escuchar. El coronel se había levantado los pantalones al llegar al jardín y se había remangado la camisa como un carnicero. Atacó furiosamente; pero se fatigaba en seguida, como hombre obeso que era y algo tocado del corazón.

En intestino de ternera o carnero bien limpio se llena con un embudo y se ata de trecho en trecho, poniéndolas en agua caliente en un caldero, pinchado, como todos los embutidos, y cociendo a fuego lento; se retira el caldero del fuego y sin sacarlas se dejan enfriar. Después se sacan del agua, se frotan con un paño y se cuelgan en sitio aireado.

Hazme el favor de atarme el pelo, que yo no puedo por este dedo malo... Y enseñó uno, por donde manaba sangre. Al ir por los patrones se lo había pinchado. Valentina, muy turbada todavía, comenzó a atárselo. Me tiraba mucho, y, al desatarlo, me pinché con el alfiler que sujeta la cinta de arriba... El pobre Gonzalo no se arreglaba muy bien para atármelo, ¿verdad? añadió riendo.

Al parecer, hablaban de pintura. Cecilia y Gonzalo, que charlaban aparte, la oyeron decir: ¡Oh, Rubens! ¡Qué modo de pintar la carne! Rubens es el Cervantes de la pintura. Gonzalo volvió la cabeza como si le hubieran pinchado. Y una viva sorpresa se pintó en su rostro. Chica, ¿dónde ha aprendido mi mujer estas cosas? dijo en seguida a su cuñada. Esta se encogió de hombros.

El roce forzoso con Xuantipa Belarmino lo había aceptado como una disciplina de perfección. Xuantipa había arañado y cortado y pinchado desde el principio; pero en fuerza de frotar, arañar, cortar y pinchar, a Belarmino le parecía el roce más blando cada vez, y sentía ya el alma redonda, suave y como lubrificada al contacto con su áspera cónyuge.

Miró en seguida a todos lados con zozobra, y encontró a su pobre Niño Jesús, colgado ignominiosamente de un clavo por los escasos cabellos rubios. Corrió a libertarle de aquella burla sacrílega y vió con desconsuelo que habían tratado de sacarle los ojos. Los tenía heridos, como si se los hubiesen pinchado con un punzón.

Ni eres mi padre para reprenderme, ni el cura de la parroquia para darme consejos... no puedes hablar de Antonio ni de ningún otro hombre que se me acerque... porque ya ves... cualquiera pensaría que lo haces por envidia. Manolo se alzó de la silla como si le hubiesen pinchado. Toda su sangre dió una vuelta y le acudió al rostro.