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Pus, tiña, de mi madera sois, con toa esa fantesía; y el más ó el menos de trapo, no le hace al casco tener los fondos mejores.... Ni barrunto que de ayer acá vos haya caído denguna herencia de repente, pa echarvos tanta guinda.... Onde se ve la gente es en la mar, ¡retiña!; ¡y que se diga muy recio si en más de tres duros y medio que ya cuento, le he pedido á anguno remolque allí!

Venga el ganao y venga ello gordo, que lo demás importa dos bisanes. No, pus lo que es gordo, por decir gordo, ya viene gordo añade otro convecino que no tiene la mayor facilidad para expresar lo poquísimo que se le alcanza. No digo yo otro tanto le replica un espectador de enfrente; ahí va la mi Leona, que paez que la han chupao las brujas.

Vestía un chaquetón del grueso de una albarda, y hacía rodar su gorra de pana entre los dedos con manifiesto embarazo mientras declaraba. La voz era bronca, como conviene a todo mayoral que se estime en algo; el estilo pintoresco, abusando un poco de los tropos. Pus a me dijo el amo: Lico, hay que dir a Peñascosa a por unos señores. No pases de la venta de Marica, y duérmete allí.

Pus que sean quince... ó que sean doce, ya que usted se empeña. Pero de ahí no bajo nada. No me conformo con menos de doce ó daré el escándalo. En usted confío, dotor. Ya le quisiera yo ver con una perra como la mía: sabría lo que es bueno. ¿Qué he de hacer? ¿Ir á presidio y que se mueran de hambre mis pequeños? ¡Que paguen, que paguen, ya que quieren hacer el guapo!

Una mujer dijo a nuestra espalda en voz alta: Manuela, ¿no sabes que los indultan? Acaba de llegar un soldado con el perdón del Rey. Mi interlocutor se volvió instantáneamente, como si le hubiesen pinchado. ¡Qué perdón ni qué ocho cuartos! ¡Qué sabe V. lo que se dice! Pus lo mismito que V. ¡El diablo del hombre!

Así se te pudra todo el dinero que guardas, y se te convierta en pus dentro del cuerpo para que revientes, zurrón de avaricia. Coja usted el libro y el lápiz, y lléveselo con mucho cuidado... no se le pierda por el camino. Bueno: ¿se ha hecho usted cargo? ¿Me responde de que apuntarán todo? , señor... no se escapará ni un verbo. Bueno.

¡Crijstiano!... ¡crijstiano! repetía con asombro el inglés. ¿Qué ser crijstiano? Hombre de Cristo. ¿No sabe la dotrina? ¡Pus depréndala! Cuando estaban de ver aquellas preciosas damas, era de cinco a seis de la tarde, hora en que ya llevaban bailados cuatro o cinco valses y otras tantas polkas. La sangre bien batida, teñía de vivo carmín sus mejillas frescas.

Pero no tiene ella la culpa, tiña; que si no la pagaran por eso, no lo hiciera. ¡Tarascona!...; la he de romper los pocos huesos que la dejé sanos.... Pero, ¿y los hijos, tío Tremontorio? ¿Qué será de ellos con esa madre? Quiero ir ahora mismo á su casa para recogerlos. ¿Á su casa, tiña? ¿Ónde está ella? ¿Sabe naide si tiene casa la tu mujer? ¿Pus ónde duerme, puño?

Esta medicacion, recomendada por el doctor Teste , que aconseja administrar el primero por la mañana y el segundo por la tarde, desde las primeras pústulas, está ya indicada en parte por Hahnemann y autorizada por los ensayos hechos con el causticum por el doctor Dufresne en 1833, como se ve por los síntomas siguientes: «en las manos: granos trasparentes, cristalinos, redondos en su vértice, pruritosos, sin auréola; al dia siguiente están rodeados de una auréola roja y llenos de una agua lechosa; al tercer dia se llenan de pus, algunos se ulceran; en el cuarto, los que están aislados, se secan

No, hija, me iba a marchar en seguida contestó aquél, bastante confuso y apresurándose a levantarse. ¡Te ibas, te ibas! Adonde te vas a ir es a lo que sabes, hablando con perdón de estos señores. Pus hombre, ni que fuera una...