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¿Quiere el seor alguacil que le hurguemos las patas a esa señora mula? le replicaba una moza de la ciudad. Atrás os digo, y van dos. ¡Pus quite esos dedos! Mire la Antonia, que no estamos hoy de mercado. Los buhoneros aprovechaban para vender. Señora hermosa, por un real se lleva este rosario. Darete, a lo más, un cuarto. ¿Trasero o delantero? ¡Oste con el bellaco!

Tengo, tengo ... dos y dos son cuatro..., cuatro ... cuatro de á decinueve, primeramente. Bueno: pon una peseta con ellos. Ya está. Pus tendrás ahora cuatro duros. Cabales.... Ahora hay, por otro lao, dos pesetas en cuartos y dos tarines. Que son diez riales; y ochenta que tenías antes, noventa. Noventa.

Pus me decías entonces de venir tan aína. ¿Cómo es eso, tiña? Porque al otro día de escribirle á usté se prenunció la gente de la freata. ¡Tiña! ¿Y también? No, señor...; pero me vi revuelto en la tremolina, sin saber cómo. ¿Y á cuántos prenunciaos colgaron de las gavias? Á denguno. ¡Retiña! ¿Cuándo se vió eso?... ¿Y serás capaz de venirte sin licencia? No, señor; traigo un pase.

Por Dios, nena; no eres mi querida; ¡eres mi alma! Yo soy una mujer que tié que gastar en comer, y en vestir, y en zapatos, y cuando un zángano no dispone de posibles... ¿o es que me voy a guisar el aire? Cuando he tenido... y en cuanto tenga... Pus entonces güelves.

¡Malos peces vos coman, arrastrás! ¿No veis á esa probe mujer que vos ascucha? gruñó el viejo pescador, interponiéndose entre las dos mujeres y señalando á la viuda. ¡Ayyy! suspiró ésta al oirlo, limpiándose los ojos con las greñas. ¿Falta dinero? Pus hacervos la cuenta de que se lo tragó la tierra, y en paz.... Vengan esos cuartos añadió el viejo en tono brusco.

¡Quita d'ay!...; pataratas y na más que pataratas.... ¡Qué los tienen de pegar, tiña? ¡Pus no faltaba más! Eso era en un prencipio.... Yo no acancé ya el chicote; conque feúrate.... Además, el tu marido es hombre que sabe cumplir con su obligación, y lo pasará bien.... Lo que es á bordo, como no salga nostramo con malas entrañas, no hay cuidao.

Toma, ¡pus si viene gedal; ¡y qué bello que trae más hermosísimo!...; ¡me valga el Señor; es la mesma estampa de su madre!... ¡Bien te han ordeñao, morena! ¡Permita Dios, condenaos de pastores, que se vos güelvan lobos en el cuerpo los zurrones de hacer manteca!

Entonces era de ver la indignación con que tíos y hermanos acogían lo del abandono. ¡Otra que Dios...! ¿Y aún se quejaba? ¿Pus si no le hubiesen abandonado sería él ahora comerciante con tienda abierta? Cuanto más, estaría guardando el ganado de algún rico. A la familia, pues, debía lo que era.

Este, pues, higo chumbo revolucionario no llegó desde la aristocrática piña en que había nacido hasta la plebeya cuna en que vino a florecer, ni por peripecias dramáticas, ni por trágicas revoluciones: llegó naturalmente, con suavidad, como tras de la hinchazón viene el pus, y tras el pus la gangrena.

Las carnes asadas, de suculento perfume, son para ellas cadáveres, envolturas de pus; los frescos vegetales, las dulces frutas, concreciones del estiércol y de todos los zumos malolientes que vigorizan la tierra.