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O qué, ¿se puede impunemente transmitir a nuestros tataranietos veneno y pus, en vez de sangre? Salió el señor Joaquín del gabinete del Esculapio un tanto asustado, pero aún más confuso, sirviéndole únicamente de consuelo el pensar que las desdichas vaticinadas a su prosapia no ocurrirían hasta dentro de un siglo lo más pronto.

Lo mesmo que endenantes, ¿lo ves?...; hasta diez que han de ser ... ¡si cuando yo digo una cosa! ¡Mal rayo te parta! ¿Pues no te he dicho que había que desquitar treinta riales que debías en la taberna? . Pus esos treinta que te faltan hasta los doscientos, son los que te dieron de menos.

¿No nos habían emprestao á ti, al mi hijo y á , un barril de parrocha en la taberna del Estrobo? . ¿No costaba el barril setenta y dos riales? . ¿No te corresponden á ti veinticuatro? . ¿No debías además en la taberna, primeramente treinta cuartos de café y copas, y luego dos riales y medio emprestaos? . Pus veinticuatro y seis, treinta. ¿Cuánto tienes ?

No ha entrao en él un bocao desde antayer créemelo, por mi salvación. ¡Ayyyy!! Pus ahora comerás; y por de plonto, échate eso al cuerpo á la buena gloria del defunto. ¡Ay!, por eso no más lo hago; bien lo sabe Dios. Y llevándose el vaso á los labios, le agotó sin resollar. ¡Ay, compañero de mis entrañas! exclamó en seguida, limpiándose la boca con la manga de la camisa.

Y fijaba su mirada en el médico, con la misma expresión de lúbrica generosidad con que muchas veces le había invitado á seguirla cuando le encontraba en el campo. Después contempló el cadáver fríamente, sin emoción, y al tropezar su mirada con las botas de charol rompió á reír. ¡Rediós! ¡Pus ya podía yo anoche esperar mis botas!...

Todo el cuerpo del rey, donde la hinchazón de los tumores no le deformaba, era sólo huesos y piel cubierta de llagas. Los tumores se vaciaban por varias abiertas bocas que arrojaban pus hediondo. El muladar de Job había sido más limpio que el lecho inmundo del señor absoluto del mayor imperio que hasta entonces había habido sobre la tierra.

Porque las mujeres como no pueden hablar de ciertas cosas sin profanarlas dijo temblando de cólera el concejal. ¡Ja, ja! Abrid los balcones, chicos, porque este chavó tiene calor dijo con risa sarcástica; y enfureciéndose de pronto: ¡Mira, niño, no me vengas con infundios! eres un mamarrachillo y ella un saco de pus. ¿Lo oyes bien?