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No ha entrao en él un bocao desde antayer créemelo, por mi salvación. ¡Ayyyy!! Pus ahora comerás; y por de plonto, échate eso al cuerpo á la buena gloria del defunto. ¡Ay!, por eso no más lo hago; bien lo sabe Dios. Y llevándose el vaso á los labios, le agotó sin resollar. ¡Ay, compañero de mis entrañas! exclamó en seguida, limpiándose la boca con la manga de la camisa.

Empezó a resollar; una o dos veces tosió ligeramente, pero no disminuyeron su fuerza ni la velocidad de su carrera. A las tres había pasado la Red-Mountain y comenzaba el descenso hacia el llano. Diez minutos más tarde, el cochero de la rápida diligencia Pionner fue alcanzado y dejado atrás por un «hombre sobre un caballo pinto», según expresión del conductor.

Es que tamién está ya la luz ayí respondió la mujer que no se había movido del vano de la puerta. ¡Acabaras de resollar!... Pues entonces, dáca el farol y quédate aquí a cuidar de estos potingues... ¡Mira, mira cómo se va esa olla!... ¡Quítale la cobertera en el aire y échala un poco atrás!

»Pues estaba la casa adornada con mucho gusto; pues le aseguro a usted que en Madrid se consiguen los imposibles en hubiendo dinero largo. »Aunque todo era gente muy circunspuesta, gloria daba ver cómo se divertían bailando e hiciendo miles diabluras toda la santa noche sin resollar. Así es que la gente decía, a voz en cuello, que otra como ella no se había visto en Madrid en jamás de los jamases.

Salí sin volverme a mirarle, sin haberle oído resollar. La ciudad se arrebujaba en la luz cenizosa y aterida de los amaneceres. Me encaminé, rápido, al cafetín. Allí, en su rincón acostumbrado, con el vaso de recuelo ante , Angustias esperaba al Tirabeque. Mujer, ven conmigo le dije, emocionado y conminatorio. Angustias se levantó . Sígueme.

Volvióse él rápidamente, y con forzada jovialidad contestó: ¿Que no como?... ¡Vaya si como!... ¡Mira!... Y bebióse de un trago, sin resollar siquiera, un vaso lleno de vino hasta los bordes; mostróse desde entonces alegre, hablador y chancero, y levantándose de repente, comenzó a dar vueltas de un lado a otro, como si buscase algo.

Yo, muerta, Lucy, muerta debajo del asiento, sin resollar siquiera, y ¡prurrruumm! arriba, ¡prurrruumm! abajo; hora y media de tiritos... De pronto, se abre la ventanilla, entra una mano, me arranca una oreja y se va... ¡Qué atrocidad! exclamaron todos. Y Gorito Sardona, con su guasona formalidad, añadió: ¿Pensarían hacer una chuleta?...

El instinto, más bien que la reflexión, hízole comprender entonces el riesgo que corría ella misma y huyó de nuevo por la calle del Caballero de Gracia, sin detenerse un momento, sin resollar siquiera, sin ver nada ni oír nada, ni pensar nada tampoco, hasta que, jadeante y sin saber cómo, se encontró en su boudoir, rígidos los miembros, huraña la vista, fuera de las órbitas los ojos, teniendo delante el negro de ébano, que levantaba en lo alto la lámpara encendida como para alumbrar en su entendimiento el horrible cuadro y que le mostraba con temerosa inmovilidad los blancos dientes en su sonrisa siniestra, eterna como la mueca del condenado.

Un ujier se le acercó con dos vasos llenos en una bandeja. Bebióse el contenido de uno sin resollar. Poco después halló voz en su garganta, y dijo: «Señores diputados....» ¡Nueva dificultad! No se le oía. Quiso decirlo más recio, y lo dijo a gritos. Así recorrió todos los de la escala, y no dió con la tessitura hasta la séptima embestida.

Llegó al cabo don Zambombo, y puso lentamente sobre la mesa el jarro y el vaso. En seguida volvió a meter las manos en los bolsillos, y se colocó de pie a un lado de la mesa, haciendo descansar su panza sobre el tablero. Entretanto, don Celso escanció el primer vaso de vino y se le presentó al candidato, que, cerrando los ojos, se le bebió sin resollar.