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Alzóse en esto el hombre, que estaba sentau en una peña debajo del binquizal más tupío que hay ayí, y habló pa chunguease con los mis ajuegos que bien a la vista estaban, y pa jurame que venía de paz, si no se le ponía en extremos de venir de guerra... porque él a too se amañaba... Y entonces, entonces, señor don Marcelo, entonces fue cuando yo entendí que se me enturbiaba la vista, y se me cuajaba la sangre en las venas, y se jundía el suelo en que pisaba... Aqueyu fue el espantu de los espantus, y las congojas de las agonías de la muerte... Porque ¡Santa Virgen la mi Madre celestial! aquel enemigo de hombre tan jaraposu y tan mal encarau, por voz y moviciones y palabras, resultó ser él, ¡el mesmu en huesu y carne, en alma y vida!

La noche del segundo día, Torquemada, rendido de cansancio, se embutió en uno de los sillones de la sala, y allí se estuvo como media liorita, dando vueltas á una picara idea, ¡ayí dura y con muchas esquinas, que se le había metido en el cerebro. «He faltado á la Humanidad, y esa muy tal y cual me las cobra ahora con los creditos atrasados.... No: pues si Dios, ó quien quiera que sea, me lleva mi hijo, ¡me voy á volver más malo, más perro...! Ya verán entonces lo que es canela fina.

A la derecha del peñón comenzaba una mancha verdinegra, como de monte bajo, que desaparecía pronto en las sombras de la barranca; y a la izquierda, un pedregal de poco relieve entretejido de malezas. Apuntando al peñón me dijo Pito Salces en cuanto nos vimos en la sierra, porque Chisco ya lo sabía por serle bien conocido el escenario: Ayí está la cueva aonde vamus. Me temblaron las carnes.

Y luego añadió apuntando al perfil más elevado de la sierra, hacia nuestra derecha y refiriéndose al oso: Bajandu de ayí y como dende la metá del caminu hasta onde nos jayamus nusotrus, lu vi ayer.

Se lo pasó de pitón a pitón un buen rato, zarandeándolo como un dominguiyo, hasta que al fin, como si lo despreciase, lo arrojó a un lao, y ayí permaneció el que yaman «rey de los animales» hecho un oviyo, quejándose como un gato al que han dao un palo... Le suertan aluego el tigre, y la cosa fue más corta.

Tomaríale usté por un cantu gordu de los muchus que hay en el Puertu: el que no está avezau a verli de esi arti, confúndilos. Sueli asomar en veces por ayí; gústali el oreu a lo mejor, y soleáse un pocu, si tien ocasión de eyu. Pero no hay que temeli cosa mayor, porque del hombri ajuyi siempri como el hombri no se meta con él.

Nos hallábamos entonces al pie de una altísima sierra que se desenvolvía, a diestro y a siniestro, en interminable anfiteatro. ¿Por dónde tomamos ahora pregunté a Chisco , y adónde iremos a salir? la veo contesté. La veo. Pos por ayí hemos de pasar. ¿Por entre los dos cuetos? Por encima de la lomba que va del unu al otru. ¿Por encima de aquella última? Por encima de la mesma.

Es que tamién está ya la luz ayí respondió la mujer que no se había movido del vano de la puerta. ¡Acabaras de resollar!... Pues entonces, dáca el farol y quédate aquí a cuidar de estos potingues... ¡Mira, mira cómo se va esa olla!... ¡Quítale la cobertera en el aire y échala un poco atrás!

Terminó la escena porque se movió gente en los pasadizos inmediatos y entró en la cocina una mujer de cierta edad, gris de pelo y gris también de envolturas de pies a cabeza, y con un farol en la mano, para decirnos con voz algo hombruna: Aqueyu ya está ayí. Y como «aqueyu» era mi equipaje, y «ayí» mi habitación.

Dime por fenecía ayí mesmu, y clamé al devino Dios, soltando los botijos de las manos y en un puro temblor de todo el cuerpo.