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Me parece, señora serrana, que aquí no hay negruras que maten ni asusten a ciertos corazoncitos temerosos y delicados... Bien claro, abierto, luminoso y variado es por donde quiera que se mire todo ello... Vamos, diga usted que o que no, como Cristo nos enseña. ¿E de zu mercé la vega tamién? preguntó Catana a su amo, en lugar de responderle.

Pus se me ofrece que cuando fué al puerto la mi novilla se me feura que tenía el pelo colorao, y ahora le trae que tira algo á burreño...; tamién era más juerte de voz.... Vaya usté mucho con Dios, ¡trapacera! la interrumpió el alcalde, echando chispas por los ojos. ¡Le paece á usté la sinfonía con que se nos viene?... ¡Taday, simplona! Yo pregunto lo que es de mi aquel, ¡ea! ¡Taday, chapucera!

Es que tamién está ya la luz ayí respondió la mujer que no se había movido del vano de la puerta. ¡Acabaras de resollar!... Pues entonces, dáca el farol y quédate aquí a cuidar de estos potingues... ¡Mira, mira cómo se va esa olla!... ¡Quítale la cobertera en el aire y échala un poco atrás!

Señor alcalde gritó una mujer amortajada entre una saya de estameña negra que le cubría el busto, y otra de bayeta amarilla ceñida á la cintura, yo quisiera que.... Usté se calla la boca mientras que yo no la pregunte, porque aquí no tienen voz las mujeres. Es que, canijo, yo tamién soy hija de Dios; y si se me murió el marido no fué por culpa mía. ¿Y qué se le ofrece á usté?

Y todavía has de llevar más murmura éste retirándose á la cuadra á arreglar el ganado. ¡Yo te enseñaré á golosear la nata! Yo no la comí, ¡ea!, que la comió Toñu el de la Zancuda...; ¡júmmaaá! Y pué que sea verdá, angelucu; que ese es un lambistón que se pierde de vista.... Vamos, toma unas castañas y no llores más.... Tu padre tamién tiene la mano bien ligera.... ¿Ha venío el estudiante?

Peguéla una trisca que la dejé por muerta, y á los tres días me vende una sábana por media azumbre de caña; dóila ayer veintiún cuartos pa carne, y bébelos tamién.... Y á too esto, las criaturas esnudas, yo sin camisa, y sin atreverme, si á mano viene, á echar un vaso de vino un día de fiesta. ¿Por qué no la conjuras, tiña? Pué que sea mal-dao.

Pu... pu... pues yo concluyó la sexta, que era bastante tartamuda ta... ta... ta... tamién.... Oír esto y soltar la carcajada la niña, hasta entonces taciturna y desdeñada, fué una misma cosa. ¡Y se chancea! exclamaron admiradas las otras. ¡Ta... ta... ta! repetía entre carcajada y carcajada la burlona. ¡El demonio de la...! ¡El diantre de...! ¡Miren si...! ¡Atreverse a burlarse de una niña fina!

Peguéla una trisca que la dejé por muerta, y á los tres días me vende una sábana por media azumbre de caña; doila ayer veintiún cuartos pa carne, y bébelos tamién... Y á too esto, las criaturas esnudas, yo sin camisa, y sin atreverme, si á mano viene, á echar un vaso de vino un día de fiesta. ¿Por qué no la conjuras, tiña? Pué que sea mal-dao.

No es de bodas propiamenti; pero claru está que el dichu fue sólu por decir. Tocanti a lo demás, si tien usté el menor... vamus... el menor recelu por la bestia, que no deja de imponer un pocu la primera vez... y tamién las siguientis, no venga, que compromisu de eyu no hay firmau.

Y al que cogían la martirizaban. ¡Pse! Nosotros tamíen algunos matemos. Martín se reía a carcajadas con las explicaciones de Asenchio Lapurrá. Después de comer en la posada, Martín, el extranjero, Iceta, Haussonville y Asensio fueron a un café de la plaza, donde estuvieron hablando.