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Actualizado: 26 de octubre de 2025
El pueblo que nos ocupa, como todos los indios, tiene sus correspondientes leyendas, fijando la tradición popular una de ellas en las cuevas que á la derecha del pueblo abren hueco en las entrañas del Capuntocan.
Esa entrevista solitaria quizás habría sido más terrible aun que verle, como sucedía ahora, con el ardiente sol del mediodía abrasándole á ella el rostro é iluminando su vergüenza; con la letra escarlata, como emblema de ignominia, en el pecho; con la niña, nacida en el pecado, en los brazos; con el pueblo entero, congregado allí como para una fiesta, fijando las miradas implacables en un rostro, que debía haberse contemplado solo al suave resplandor de la lumbre doméstica, á la sombra de un hogar feliz, ó bajo el velo de novia en la iglesia.
La Galatea apareció á fines del año 1584. Hacia esta época se encontraba Cervantes en Esquivias, en donde le retenía su amor á una dama principal, llamada Doña Catalina de Salazar y Vozmediano, no sabiéndose con certeza ni cuándo la conoció, ni si la celebró con el nombre de Galatea, aunque sí que se casó con ella en 12 de diciembre de 1584, abandonando el servicio de las armas y fijando su residencia en Esquivias.
Celebraban estas exequias, para que no fuesen descubiertos, en lo más oscuro de la noche, y estaban ya en lo mejor y más devoto de la función, cuando de repente llegó el Padre Lucas, y fijando la vista dentro de aquel infame sagrario, vió en medio de aquellas tinieblas centellear los ojos del enemigo infernal, que lleno de majestad y terror estaba sentado sobre aquellos dos palos; y aunque al siervo de Dios se le erizaron los cabellos y se extremeció de horror, quiso, no obstante eso, arrojarse dentro.
Conocimos que amenazaba una de aquellas tormentas que tan formidables son en las sierras de Gredos y de Jaranda, y como teníamos que andar tres leguas para regresar al Baldío, y ya no nos quedaba más que ver, aunque sí mucho que meditar en aquellas ruinas, nos apresuramos á montar á caballo, henchida el alma de mil confusas ideas, que he procurado ir fijando y desenvolviendo en los humildes artículos á que doy aquí remate.
Si he venido aquí esta noche dijo rápida y atrevidamente, fijando en la de él su dura mirada, es porque sabía que estaba usted solo; no quería venir cuando estuvieran aquellas chicas. Las aborrezco y ellas me aborrecen: he aquí la causa. Usted tiene escuela, ¿verdad? ¡Quiero aprender!
Al cabo de unos momentos de silencio uno de los paisanos le preguntó sonriendo: ¿Querías decir un recado á Bartolo? Sí, una palabrita al oído nada más respondió el mozo fijando sus ojos airados en el techo. Nuevo silencio. Todos le contemplan con atención y curiosidad. Si tienes mucha prisa, esta misma noche antes de retirarme pasaré por su casa y se lo diré manifestó con sorna Martinán.
Doña Manuela vio a su hijo, Juanito la sorprendió fijando los ojos en Tónica con expresión curiosa e interrogante. La altiva señora aparentó después no haber visto a su hijo; pero al volver a casa, Juanito sentíase trémulo e inquieto pensando en lo que diría su mamá, tan amante del prestigio de la familia.
Sonó una puerta en el interior, luego otra más cerca, y el groom levantó la cortina: Currita respiró desahogada... Entraba la dama duende, la incógnita de las camelias, con el aplomo y el descoco de una diva de café cantante que se presenta ante el público, fijando en él una mirada de provocación más bien que de temor o de extrañeza.
Le pagaba los bocks, le había regalado varias corbatas, se sentaba a su lado, fijando en su rostro de morena fealdad unas pupilas glaucas iluminadas por extraño fuego. Iba completamente afeitado.
Palabra del Dia
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