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Actualizado: 26 de octubre de 2025
¡Nunca! ¡jamás! replicó Ester fijando las miradas, no en el Sr. Wilson, sino en los profundos y turbados ojos del joven ministro. Está grabada demasiado hondamente. No podéis arrancarla. Y ¡ojalá pudiera yo sufrir la agonía que él sufre, como soporto la mía! Habla, mujer, dijo otra voz, fría y severa, que procedía de la multitud que rodeaba el tablado. Habla; y dale un padre á tu hija.
Si la materia es incapaz de sentir, el alma de los brutos no es materia, si es inmaterial, es espíritu, lo que no se puede admitir. Esta dificultad se desvanece fijando bien el sentido de las palabras. No es lo mismo un ser inmaterial que un espíritu; todo espíritu es inmaterial: pero nó todo ser inmaterial es espíritu.
¿Cómo podéis hacerme semejante pregunta? replicó el ministro. Sería ciertamente un juego de niños llamar á un médico y ocultar la llaga. Me dais, pues, á entender que lo sé todo, dijo Rogerio Chillingworth con acento deliberado y fijando en el ministro una mirada perspicaz, llena de intensa y concentrada inteligencia.
Bien pronto las sombras cayeron por completo, el camino se nos hizo invisible y las subidas y bajadas, abruptas, rígidas, capaces de dar vértigo, más frecuentes. Las mulas marchaban lenta, lentamente, fijando el pie con profunda prudencia, pero destrozándonos a veces las rodillas contra las rocas que no veíamos en la intensidad oscura.
Cuando Cobo hubo realizado varios de aquellos viajes de un coche a otro, que no dejaban de ser peligrosos por la velocidad del tren, Lola Madariaga, fijando una mirada burlona, primero en Clementina, luego en Alcázar, dijo a éste: Alcázar, ¿se atreve usted a ir a pedir a la condesa de Cotorraso su frasco de sales? Me siento un poco mareada.
Alrededor del cambio de dominación vino a España, fijando su residencia en Barcelona, donde ejerce con lucimiento su carrera hace más de veinte años. ¡Qué dulcemente en el eterno sueño que en flor segó una vida sin agravios...! La pálida escarlata de tus labios que el rocío del alma humedecía, los santos clavos del sagrado Leño tenuamente teñía.
Al fin el arriero le dice: «Vea ahí... abajo..., entre los pastos...» Y, en efecto: fijando la vista en el suelo, y a corta distancia, vense asomar una, dos, tres, diez cruces seguidas de cúpulas y torres de los muchos templos que decoran esta Pompeya de la España de la Edad Media.
Entonces el Príncipe, alzando resueltamente la cabeza y fijando la mirada en los ojos del juez, contestó con voz sorda: No diré por qué me he callado. Ya sabe usted la verdad, ¿por qué no me deja usted libre? ¿Qué más quiere usted?
Al apartarse, Paz le sujetó las manos y, fijando en él los ojos, le dijo, ansiosa de leerle el pensamiento en la mirada: ¿De verdad me quieres? ¡Ojalá estuviera tan cierto de que llegarás a ser mía como lo estoy de mi cariño! Ella se quitó entonces un anillo de oro que llevaba entre otras sortijas, y poniéndoselo a Pepe, le dijo, con la leal franqueza de quien entrega el alma: ¿Entiendes?
Estaban solos; pero a pesar de esto, el bebé hablaba con su voz atiplada de máscara, fijando, a través de los agujeros del antifaz, sus ojos negros y profundos en los de Isidro. Yo no soy Feliciana, pero soy su mejor amiga.
Palabra del Dia
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