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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Cuando llegó al cerrillo en cuya cumbre estaba la cabaña de Zaratustra, tuvo, como siempre, que espantar con pedradas y gritos a los perros del trapero. La abuela, al oír sus voces, salió de la cocina, fijando con extrañeza sus ojos pitañosos en el desconocido. Abuela, soy yo... Isidro.
No puede usted figurarse, condesa, lo impresionable que soy. Es desgracia nacer con un temperamento como el mío. El médico me dice que soy un manojo de nervios y que debo evitar todas las emociones vivas, lo mismo las tristes que las placenteras... Pero si he de huir las últimas añadió después de breve silencio y fijando sus ojos tímidos en la condesa es preciso que no vuelva á parecer por aquí.
La señora Latour-Mesnil contestó con la dignidad conveniente, que la proposición la lisonjeaba, y que sólo pedía algunos días para reflexionar y tomar informes. Pero así que la embajadora hubo salido, salió corriendo en busca de su hija, la estrechó contra su corazón y se echó a llorar. ¿Un marido, entonces? dijo Juana, fijando en su madre su mirada de fuego. La madre hizo un gesto afirmativo.
Si yo la preguntara quién es esa mujer, ¿qué me contestaría usted? La rusa respondió con firmeza, fijando sus ojos en los del juez. Soy yo. ¡Ah! ¿confiesa usted? exclamó Ferpierre. ¡El otro día se ofendía usted de mis sospechas!... ¡Bien! Ahora dígame: ¿cuándo se efectuó ese cambio de relaciones entre ustedes? Cuando él vino a Zurich. ¿Vino expresamente por usted? No. ¿Por qué entonces?
El perdonavidas creyó oportuno el momento para una intervención aduladora. Aquí nadie amenaza, ¿sabe usté, pollo?... Donde esté el Chivo no hay quien le diga ná a su señorito. El joven saltó con arrogancia, fijando en la bestia siniestra una mirada de reto. Usted se calla dijo con imperio. Usted se guarda la lengua en... el bolsillo o donde le quepa.
Después de dar las buenas noches en voz baja, buscaban con la vista un rincón oscuro, y allí se sentaban sobre el pavimento lustroso de madera de castaño, y fijando la rueca en la cintura, empezaban á hacer rodar los husos, mojando repetidas veces con la lengua el lino, del cual tiraban por breves intervalos.
Desnoyers vió hombres de su edad, erguidos, graves, moviendo los labios, fijando en el altar una mirada vidriosa que reflejaba como estrellas perdidas las llamas de los cirios... Y volvió á sentir envidia... Eran padres que recordaban las oraciones de su niñez pensando en los combates y en sus hijos.
Vamos, ya conocerá usted á alguna otra persona dijo el cura parándose y fijando en el semblante de Clara sus picarescos ojuelos. ¿De dónde viene usted ahora? De casa de unas señoras, donde estaba. ¿Y allí no conoció usted más que á esas señoras? No, señor dijo Clara asustada del giro que tomaban las preguntas del clérigo.
Amparo continuaba de pie, aterrada, muda, pálida, fijando en mí una mirada llena de ansiedad, de temor, de duda; ávida, dolorosa, suplicante, llena de impaciencia.
Miss Maud se levantó y dijo, fijando en la cara de Jacobo sus ojos perspicaces: Señor de Freneuse, conviene hablar esta noche sinceramente, para que no tengamos después ni penas ni arrepentimientos. Usted tiene proyectos que afligen á su madre y á su hermana.
Palabra del Dia
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