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Actualizado: 5 de julio de 2025
¿Había Eva perdido completamente el conocimiento? ¿Vibró en su oído aquella llamada apasionada? ¿Vio a través de sus párpados cerrados aquella cara alterada e inclinada ansiosamente sobre la suya? ¿Adivinó la angustia de aquel corazón poseído por ella y que quería en vano defenderse? Un fugitivo rubor coloreó sus mejillas y una sonrisa pareció dibujarse en sus labios.
Sí, pero sin distinción arguyó la niña, haciendo desdeñosa mueca . El otro... ese sí... el amigo Pedro... ¡ese sí que quisiera yo encontrármelo una noche en cualquier rincón del bosque! El encuentro sería un tanto peligroso objetó Eva. Donde no hay riesgo, no, hay deleite apoyó Marianita . Entre paréntesis, ninguna lástima tengo yo a mi prima la de Aymaret, que le ha dado su corazón... etc.
La trompa hizo oír a lo lejos su queja melancólica como un débil suspiro... De repente atravesó la calle y se deslizó entre las patas de los caballos un grueso reptil de larga cola y los dos caballos, asustados, hicieron una huida. Carlos permaneció firme en la silla, pero Eva fue arrancada violentamente de la suya y cayó al suelo, felizmente algodonado de musgo.
Nosotros no éramos precisamente Adán y Eva; pero sí heroicos Robinsones, arrastrados a nuestro destino por una gran desgracia de familia: la muerte de nuestra tía, acaecida cuatro días después de comenzar nuestra exploración. Pasábamos el día entero huroneando por la quinta bien que las higueras, demasiado tupidas al pie, nos inquietaran un poco.
Eva parecía siempre hermosa, á pesar de que daba al mundo un niño todos los años, y á veces dos. No podía hacer menos, teniendo la misión de poblar la tierra entera. Apenas Adán, sentado en el umbral de la puerta, se enjugaba el sudor de la frente y empezaba á gustar la dulce voluptuosidad del reposo, cuando la voz de Eva le arrancaba de este deleite fugitivo.
La verdad es, querida mía, que todas somos ridículamente educadas... Esas educaciones etéreas falsean nuestro entendimiento... Lo cierto es que no hay nada en la tierra, ni en el cielo, mucho lo temo, que pueda responder a la idea que nos hemos formado de la felicidad... Nos educan como a espíritus puros, y en realidad no somos más que mujeres... hijas de Eva... nada, nada más.
¿Y por ventura replicó a su vez el Canónigo no han sido bastante aviso los ejemplos de la beata de Piedrahita, de Magdalena de la Cruz y de la Priora de Lisboa, para inculcarnos un advertido recelo acerca de toda revelación mujeril? ¡Ah, hijas de Eva! exclamó esta vez, removiendo los brazos en la sombra con un ademán que Ramiro no alcanzó a distinguir.
Bien se ve dijo con una voz dulzona que el que ha hecho esa pregunta es joven y sin experiencia. Eva era mujer y conocía demasiado bien las necesidades de las mujeres para perder el tiempo en peticiones inútiles. Dios, con ser Dios y disponer de todo lo existente, no puede dar nada á las mujeres después que han nacido.
Hecha esta operación, comenzó el tío Frasquito a desprenderse de sus accesorios componentes para meterse en la cama; mas antes, en puntillas y ya en mangas de camisa, hizo un tercer viaje de exploración a la puertecilla sospechosa; el vecino parecía tranquilo y el tío Frasquito emprendió el viaje de vuelta, dando largas y sigilosas zancadas, y tarareando muy bajo, con pueril satisfacción, aquello de Las Hijas de Eva: Tranquila está la venta, No se oye ni un mosquito...
Toda su prole se sublevaba. Sólo se componía de unos cien muchachos, pero se hubiera dicho que la tierra entera había empezado á gritar. Por primera vez en su vida Eva contempló atentamente á sus hijos. Eran demasiado feos para presentarlos al Señor. Tenían los cabellos en maraña, las mejillas manchadas de barro seco y las narices cubiertas de costras.
Palabra del Dia
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