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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Eva puso á contribución para su adorno todos los recursos de la Naturaleza: las fibras de las plantas, las pieles de los cuadrúpedos, las cortezas de los árboles, las plumas de los pájaros, las piedras brillantes ó coloreadas que la tierra vomita en sus accesos de cólera.
Era un arcángel que iba á llevar un recado del Señor, cumpliendo sus funciones de mensajero celeste. Eva lo reconocía, se acordaba perfectamente de que le había sido presentado asistiendo á sus recepciones en el Paraíso.
De ese modo ha querido pintar a las Cortes. La democracia dijo otro mozalbete con voz elocuente, aunque ceceosa es aquella forma de <i>gobierno en que el pueblo, en uso de su soberanía, se rige por sí mismo, siendo todos los ciudadanos tan iguales ante la ley que ellos se imponen, como lo somos los desterrados hijos de Eva a los ojos de Dios</i>.
¡Oh! Mariana dijo la linda inglesa. Pero la historia del peluquero es todavía más divertida replicó Mariana. ¡Oh! cuénteme la historia del peluquero... cuéntemela. Mariana titubeó un momento. No, mi cara Eva añadió Mariana riendo : ésta es realmente demasiado salpimentada. ¡Se lo ruego, querida mía!
Quien presenciase el atrevimiento de él y la indulgencia de ella, acaso imaginara que ya habían trocado el amor platónico por el experimental: y sin embargo, Cristeta estaba tan limpia de pecado, como la madre Eva antes de verse obligada a estrenar el primer vestido de hojas de parra entretejidas. Capítulo VI
Por segunda vez, Eva echó una mirada circular a la multitud de los cazadores, equipados y armados en razón inversa de su habilidad cinegética, pues los más temibles para la caza no eran los que tenían mejor escopeta ni más profundo morral; pero ella no hizo ninguna profunda reflexión. Carlos se reuniría con ellos, sin duda, en la Cruz del Pequeño, donde debía empezar la batida.
Que pide a usted perdón por venir a sorprenderla de este modo; pero esta aturdida de Eva, mi más querida amiga, tenía empeño en serle a usted presentada. Mucho apoyó claramente la aludida; me han dicho muchas veces que me parecía a la tía Liette, e ignoraba si esto era un cumplimiento... Veo que lo es.
De todas las necesidades que hacen andar más de prisa á un hijo de Eva dijo no conozco otra como la mujer. Y siguió á paso lento. Entretanto don Juan había doblado la esquina. Efectivamente, alumbrando, aunque á media luz, á una virgen de los Dolores embutida en su nicho, había un farol.
¿Cómo así? preguntó Eva. Pero, querida, mía, ¿no sabe usted las causas de sus desavenencias?... El señor de Laubécourt tiene pasión por los niños, en tanto que a la señora la horrorizan... y tiene razón, a mi entender. ¡Oh! ¿por qué, amada mía?
En amor como en la guerra, los más elocuentes no son los más habladores, y Eva hubiera respondido de buena gana como Inés: Horacio con dos palabras lo hablara mejor que vos... Y falta saber si esas dos palabras eran necesarias... La cacería estaba acabada.
Palabra del Dia
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