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Actualizado: 5 de julio de 2025


Volvime hacia De-Hinchú, que las estaba contemplando tranquilamente satisfecho y le pedí una aclaración. Señaló a mis ojos espantados un saco de correos, vacío en un rincón, y dijo: Cartero dice siempre: ¡No hay cartas, John, no hay cartas, John! ¡Cartero mucho mentir! Cartero ser inútil. ¡Yo anoche tomar saco de cartas, todo igual!

¡Tan desgraciado serías por haberme hecho baronesa! ¿Y no es, acaso por serlo por lo que tanto deseas que nos casemos? Aquí se detuvieron, espantados del cambio de sus fisonomías: Fortunato, rojo como un gallo, estaba á dos dedos de la apoplejía y Clementina, devorada por la bilis, parecía amenazada de ictericia.

Los ojos espantados, con cierto extravío, de la parturiente, no expresaban ternura de ningún género; de fijo ella no pensaba en el hijo; pensaba en que sufría nada más, y en que se podía morir, y en que era una atrocidad morirse ella y quedar acá los demás. Padecía y estaba furiosa; tomaba el lance, en la suprema hora, como un condenado a muerte, inocente, pero no resignado y apegado a la vida.

12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos los vieron. 13 Y en aquella hora fue hecho gran temblor de tierra, y la décima parte de la ciudad cayó, y fueron muertos en el temblor de tierra los nombres de siete mil hombres; y los demás fueron espantados, y dieron gloria al Dios del cielo.

Se promovió una controversia: Sepé afirmando la huida, si la quisiese tomar, y los Portugueses riyendo, porque la juzgaban imposible, y tenian por vanas sus amenazas; pero el hecho las probó verdaderas: porque como una y otra vez le preguntaron ¿como podia hacer esto? les dijo: veis ahí; y asorando el caballo con la voz, con el azote y con alaridos, se les escapó, y llevado en el pegaso, que parecia que volaba, se encaminó hácia el rio y bosque, quedándose espantados, y no atreviéndose á seguirle los soldados de á caballo, porque aun las balas de los 12 fusiles con sus llamas, parecia que no lo alcanzarian.

Esa persona no podía ser otra que el rey. Miróme fijamente el cocinero mayor, con la boca abierta y los ojos espantados. ¿No me comprometeréis me dijo , si os declaro la verdad? Os lo prometo. ¿Seréis prudente? . Pues bien, señora; la persona que os solicita, que está ciegamente enamorado de vos, es... ¡el rey! ¡El rey! dije sin poder contener mi asombro ; ¡su majestad enamorado de !

¡Mírala! exclamó con burlesca gravedad dirigiéndose al enfermo . ¿Es ésta la misma que quieres? ¿No te la cambiaron?... Dale, pues, la mano, tonto. ¿Qué haces ahí, contemplándola con ojos espantados?...

Porque era el cuerpo del pobre José, muerto en defensa del Rey. Sentí que una mano se posaba sobre mi hombro y volviéndome vi los ojos brillantes y espantados de Sarto. ¡El Rey, Dios mío, Rey! articuló sordamente. Dirigí la luz de la vela a todos los rincones del sótano. El Rey no está aquí dije.

El peligro era inminente; hallábase una de las ruedas traseras fuera del camino, sostenida sobre el precipicio tan sólo por el tronco de un roble inclinado, cuyas raíces se sentían crujir y ceder a cada momento, arrancando grandes pelotones de tierra... Un instante perdido, un solo movimiento de cualquiera de los espantados brutos, y coche, caballos y viajeros rodarían por el alto repecho de la cuesta, haciéndose trizas.

Muchas veces, cuando reinaba aquel silencio de biblioteca, en que parecía oírse el ruido de la elaboración cerebral de los sesudos lectores, de repente un estrépito de terremoto hacía temblar el piso y los cristales. Los socios antiguos no hacían caso, ni levantaban los ojos; los nuevos, espantados, miraban al techo y a las paredes esperando ver desmoronarse el edificio.... No era eso.

Palabra del Dia

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