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Actualizado: 5 de octubre de 2025
Y misia Gregoria, sofocada por la revelación terrible, muda, miraba a su marido, parpadeándole los ojillos espantados. Esteven repuso: ¿Lo has oído? sí, hija, arruinado, arruinado, así, como te lo digo. Hundió la cabeza en las almohadas, dando un suspiro. La señora repetía entre dientes: ¡Arruinado, arruinado! como si la palabra fuera de un idioma extraño y buscara la significación.
Cayeron dos de aquellos hombres, y los otros, espantados de aquel ruido, que no habían oído hasta entonces, y de la muerte súbita de sus compañeros, dieron a huir a todo correr lanzando gritos de terror. Cornelio atravesó de un salto la línea de fuego, arrancó de las espaldas del espantado prisionero, las hojas encendidas, y con sus robustos brazos le sacó de allí colocándole al pie de un árbol.
Los otros, espantados y no sabiendo de qué peligro se trataba, se detuvieron también vacilantes, hasta que, al fin, optaron por volver las espaldas y huir hacia las peñas. Una doble descarga de las lantacas y los fusiles apresuró su retirada, y en breve desaparecieron todos por la vertiente opuesta.
Muchos, pueblos aun en nuestro país, demuestran con su arquitectura que no hace todavía mucho tiempo había allí guerra permanente, y que á cada momento había que temer ataques de señores ó de bandoleros. No hay casas aisladas en las pendientes indefensas; todos los tugurios, semejantes á carneros espantados por la borrasca, se han reunido en un solo grupo, vasto montón de piedra.
Una pensión pequeña, bastará. ¿Qué diría usted de 80 pesos? » Concedido respondí, dando gracias a la Providencia por haberme dado una suegra tan razonable. »¡Ay! la hora del desengaño llegó rápidamente. »Ante mis ojos espantados desfilaron cifras amenazadoras: »200 pesos para los gastos de una criada. Susana había sido demasiado bien educada, para hacer ella misma los quehaceres de la casa.
No tendremos necesidad de los arrabales, dijo: con la gente de Cabesang Tales, los excarabineros y un regimiento tenemos bastante. Más tarde, ¡acaso María Clara ya esté muerta! ¡Parta usted en seguida! El hombre desapareció. Plácido había asistido á esta corta entrevista y había oido todo; cuando creyó comprender algo se le erizaron los cabellos y miró á Simoun con ojos espantados.
Su cara larguísima como si por máquina se la estiraran todos los días, oprimiéndole los carrillos, era de lo más desapacible y feo que puede imaginarse, con los ojos reventones, espantados, sin brillo ni expresión, ojos que parecían ciegos sin serlo; la nariz de gancho, desairada; a gran distancia de la nariz, la boca, de labios delgadísimos, y, por fin, el maxilar largo y huesudo.
Palabra del Dia
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