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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Las temblorosas llamas del gas se reproducían hasta lo infinito en las grandes lunas venecianas, que, multiplicando las imágenes, creaban una confusión extraña, y empezaba a reinar ese desorden propio de todo sitio donde se divierten muchos a la vez.

Son Tizianos de pelo negro. ¡Y pensar que en Montevideo los hombres se divierten armando una guerra cada dos años como si les aburriese vivir en tan buena compañía!... Allá en las mesas del fondo se mantienen las argentinas en grupo aparte.

En este caso, como sus cabellos-nadaderas permanecen encima, flotan á la ventura, presa de los peces y con gran contento de las aves marinas que se divierten arrancándolas de su elemento. Durante toda una estación pasada á orillas del Gironde, veíalas, empujadas fatalmente por el canalizo, ser arrojadas á la costa á centenares, y secarse allí míseramente.

Sus obras dramáticas son pocas en número, si se tiene en cuenta la fecundidad de otros poetas dramáticos españoles, no pasando al parecer de ocho comedias . Nótase en ellas la flexibilidad y movilidad de su talento, pero no ese vuelo de las ideas y de la imaginación, distintivo peculiar de los grandes poetas: divierten, pero no arrebatan.

Los niños de la vecindad se divierten en sus juegos, viniendo á sacar con sus manos esta arena brillante; apilan en montoncitos las pepitas de oro y las de plata, sabiendo, afortunadamente, los pobres niños, que la masa reluciente no es oro y plata más que en apariencia; de otro modo, empezarían, tal vez, en la orilla de la apacible fuente, esa dura batalla por la vida, que más tarde, cuando sean hombres, tendrán que emprender unos contra otros para arrancarse, en forma de moneda, el pan de cada día.

No se nota en estos pueblos aquel bullicio que ocasionan las gentes en las poblaciones; cada uno en su casa observa un profundo silencio, no se juntan a conversación ni diversión alguna, ni aunque estén juntos se les ofrece qué hablar, porque están faltos de especies; ni tienen juegos para pasar el tiempo desocupado, ni aun los muchachos juegan ni se divierten en las plazas y calles, como es propio de su edad; no se oyen cantares en su idioma, ni en castellano, y así no se les oye cantar en sus faenas ni ocupaciones, como lo acostumbran los trabajadores para aliviar el trabajo; ni tampoco cantan las indias, ni aun saben ellos ni ellas hablar alto.

Allá arriba se divierten también esta noche, y yo creo que nos mandan abajo por que les mareamos con el gran ruido que metemos.... Pero si Padre Dios nos deja bajar y andar por las casas, es á condición de que no hemos de coger nada, y has afanado esoCelinina no se hacía cargo de estas poderosas razones, y apretando más contra su pecho los dos animales, repitió: Pa , pa .

Encontramos en la lírica á Góngora, de quien tantas veces hemos hablado, componiendo en su juventud obras maestras al estilo antiguo popular, romances, letrillas y villancicos, y brillando siempre por sus eminentes dotes poéticas hasta en medio de sus extravíos posteriores, cuando se precipitó sin freno ni mesura en el campo de sus innovaciones; á Villegas, el príncipe de los eróticos españoles, inimitable en los cantos anacreónticos, y tan distinguido por sus odas como por sus idilios; á los dos Argensolas , celebrados por la claridad y precisión clásica de su estilo, por su juicio exacto y por su carácter varonil, justamente aplaudido en sus epístolas y sátiras; á Rioja, sin rival en la ternura de sus sentimientos cuando contempla á la naturaleza, y por su intensidad y dulce fuego; á La Torre, alabado por su brillante manera de exponer los asuntos y por la sonoridad y armonía de su cadencia; á Juan de la Cruz, Salas, Malón de Chaide, poetas de unción verdadera y profundo sentimiento religioso; á Alcázar con sus gracias singulares, que siempre divierten; á Aldana, Soto de Rojas, Medrano, Arguijo, Figueroa, Argote de Molina, y otros innumerables, que florecieron entonces y alcanzaron merecida fama entre el aluvión de poetas notables que los rodeaban . Si se echa una ojeada al conjunto de producciones que estos vates escribieron, ó nos sentimos arrebatados por la sencillez y verdadera poesía de sus romances y cantos, imitando el antiguo estilo nacional, ó por la dulzura y rotundidad de su lenguaje, que tomó por modelo al italiano, pudiendo dudarse si hay otras naciones que ofrezcan tantos y tan excelentes líricos.

La escena inmediata nos ofrece á Alfonso y á Raquel, que se divierten pescando en el Tajo. Conciertan que los pescados que saque el Rey sean para Raquel, y los de ella para el Rey. Alfonso pesca la cabeza de un niño muerto, y Raquel una rama de oliva, por cuyo hallazgo retornan al palacio llenos de sombríos presentimientos.

La de Grevillois permanece seria y con una expresión de placidez, como si no oyera lo que se dice. A la Marquesa de Oreve, por el contrario, le divierten extraordinariamente las ocurrencias del señor Kisseler y, si está callado, lo que es raro, no deja de incitarlo: «Kisseler está triste esta noche... Se conoce que no le inspiramos.» Y esto basta para inflamar la pólvora.

Palabra del Dia

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