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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Y bien conocía también que su hija era punto menos que omnipotente, porque tenía subyugadas ambas potestades, la temporal y la espiritual. El padre Anselmo la tenía por una santa y por una doctora, y cuanto ella decía era para él, sin poderlo remediar, un legítimo corolario de los Evangelios y de las Epístolas. El padre Anselmo sería capaz de excomulgar a quien ella le mandase.

En época incierta, pero más tardía según la égloga Amarilis , perdió la razón, volviendo a recobrarla antes de su muerte. En 1624 aparece La Circe, obra poética en que Lope narra el conocido episodio de la Odisea, seguido de otros varios poemas y tres novelas cortas dedicadas a la señora Marcia Leonarda. Entre los poemas hay algunas epístolas de gran interés biográfico.

Con todos sus millones, á lo más que podían aspirar era á unir sus hijas con oficiales de infantería de línea. ¡Mientras que Karl!... ¡Los parientes de Karl!... Y «la romántica» dejaba correr la pluma glorificando á una familia en cuyo seno creía haber nacido. De tarde en tarde, con las epístolas de Elena llegaban otras breves dirigidas á Desnoyers.

Ejemplares especiales, á 6, 7-1/2, 10, 25, 30 y 250 id. POESÍAS de D. Andrés Bello, con prólogo de D. M. A. Caro, Director de la Academia Colombiana, y retrato del Autor. OBRAS de D. P. A. de Alarcón. Diez y seis tomos, 63 pesetas. ODAS, EPÍSTOLAS Y TRAGEDIAS, por D. M. Menéndez y Pelayo. Un tomo con retrato del Autor y prólogo de D. Juan Valera, 4 pesetas. Ejemplares especiales.

Como un viejo pisaverde que descubre mohoso paquete de epístolas amatorias, levantóse don Custodio y se acercó al estante. El primer cartapacio, grueso, hinchado, pletórico, llevaba por título «PROYECTOS en proyecto.» ¡No! murmuró; hay cosas excelentes, pero se necesitaría un año para releerlos. El segundo, bastante voluminoso tambien, se titulaba «PROYECTOS en estudio.» ¡No, tampoco!

Y bien conocí su estilo en la que, a los tres a cuatro días, recibí de mi futura suegra. Era un modelo de epístolas razonadas, metódicas y hasta simétricas. Principiaba dividiendo la mía en tres grandes secciones.

Había leído muchas novelas y copiaba descaradamente los conceptos amatorios de más bulto: particularmente Jorge Sand, su novelista predilecto, le suministraba un cargamento de pensamientos, unas veces delicados, otras extravagantes, con que sazonar sus inconmensurables epístolas. Su puntillo consistía en escribirlas muy espirituales, plagadas de signos de admiración y puntos suspensivos.

Gustábale de disertar sobre las cosas del arte, y refería a menudo sus pláticas con el Tintoreto, a quien había conocido íntimamente. El latín y la dulce lengua toscana le eran tan familiares como su propio idioma. Al hallarse solo entre sus libros antes cogía las Metamorfosis, o la Jerusalén libertada, que las ásperas epístolas de San Pablo.

Contestaba a las cartas de su apoderado y de Carmen con breves epístolas de letra trabajosa que revelaban su firme voluntad. ¿Retirarse? ¡Nunca! Estaba resuelto a ser el de siempre, se lo juraba a don José. Seguiría sus consejos. «¡Zas! estocada, y el bicho en el bolsilloSe le ensanchaba el ánimo, y en esta amplitud sentíase capaz de guardar todos los toros, por grandes que fuesen.

Habiéndose ofrecido al general para ayudarle a escribir cartas en ocasión en que éste se hallaba muy apurado, cumplió con tal exactitud, que apesar de que las epístolas eran un poco pedestres y enrevesadas, aquél aprovechó sus servicios algunas otras veces, y hasta recabó del jefe de la oficina que le dejase libre algunas horas a fin de no molestarle tanto.

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