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Actualizado: 8 de junio de 2025
El niño iba hecho un pimpollo, cubierto todo el vestidito de cintas y encajes, y la criada rodaba, para divertirle, un aro con cascabeles, hacia los cuales él tendía las manecitas. Después se puso serio, diciéndose: «rara es la fruta que llega a los labios de su legítimo poseedor sin que la hayan picoteado los pájaros».
En el mismo parage, y á poca costa podriase establecer asimismo un comercio con los indios, quienes por los vidrios azules, cuentas de rosario, cascabeles de laton, sables, puntas de lanzas y achas, cambiarian su ganado para el uso de la colonia, y aun pellizas finas para enviar á Europa; siendo tan raro navio en estos mares, que todo este se podria hacer y mantener muchos años, sin que los españoles lo supiesen.
Junto a la acera aguardaba un coche tirado por cuatro mulas vistosamente enjaezadas con borlajes y cascabeles. Garabato se había izado ya en el pescante con su lío de muletas y espadas. En el interior estaban tres toreros con la capa sobre las rodillas, vistiendo trajes de colores vistosos, bordados con igual profusión que el del maestro, pero sólo de plata.
Tablillas de San Lázaro, especie de cascabeles con los cuales se recogían las limosnas para los hospitales. Quevedo, en su Perinola contra el Dr. Montalbán, inserta un par de versos de ese sastre de Toledo, que copiamos aquí por lo curiosos: Si de aqueste pelo á pelo Pelícano vengo á hacer, La piel del diablo recelo; Y pues tercio en su querer, Quiero ser su terciopelo.
Los coches se alejaban; subían por la calle principal de la Colonia, sin algazara; las luces de los faroles se bamboleaban, se ocultaban y volvían a aparecer, cada vez más pequeñas... «¡Ahora callan!» pensó don Fermín. «¡Peor, mucho peor!». Los cascabeles volvieron a sonar como canto lejano de grillos y cigarras en noche de estío....
Pero Tristán volvió los ojos hacia su esposa y le clavó una larga mirada de amor apasionado y tierno. Ella bajó la suya. El joven le tomó una de sus manos, la llevó a los labios y en voz queda comenzó a cantarle al oído el himno del amor acompañado de los chasquidos del látigo y del tintineo de los cascabeles. Era Tristán elocuente, poseía una imaginación viva.
¡No ir!... ¡No ir!... repetía Diógenes, y púsose a combinar al punto un fantástico viaje de huida, en que se le figuraba subir al coche que acababa de parar en la puerta, cuyos sonoros cascabeles llegaban a su oído taladrándole la cabeza, y correr a escape a San Sebastián, y embarcarse allí para el fin del mundo, huyendo como Caín de aquel juez que le perseguía, dando vueltas por la tierra, vueltas y más vueltas, que vinieron por fin a marearle, produciéndole bascas terribles, entre las que creyó ver asomar ya la guadaña de la muerte... ¡La muerte!
Su semblante, que hasta allí había ido sombrío, pálido, contraído, se dilató; su boca estereotipó su maliciosa é insolente sonrisa de bufón, sus ojos bizcos empezaron á moverse y á lanzar miradas picarescas, y su andar, sus ademanés, todo se trocó. Sacó del bolsillo un cinturón de cascabeles y se le ciñó. Luego atravesó dando cabriolas las galerías de palacio.
Bruscamente, una modulación semejante a un hachazo variaba, con el tono, el número, el lenguaje, el sentido. Estrofa amorosa, impregnada de candor pastoril, aparecía luego, y después el festivo rondó, erizado de dificultades, con extravagancias de juglar y esfuerzos de gimnasta. Enmascarándose festivamente, agitaba cascabeles.
No creas decía a su mujer, alzando la voz para que no la cubriese el ruido de los cascabeles y el retemblar de los vidrios , no creas que no hay gente fina allí.... La casa está rodeada de señorío principal: las señoritas de Molende, que son muy simpáticas; Ramón Limioso, un cumplido caballero.... También nos hará compañía el Abad de Naya.... ¡Pues y el nuestro, el de Ulloa, que es presentado por mí!
Palabra del Dia
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