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Amén de estos goces culinarios, aficionose a los teatrillos del género chocarrero que tanto abundan en París: divirtiéronle las canciones picarescas, las muecas del payaso, la música retozona y los trajes ligeros y casi paradisíacos de aquellas bienaventuradas ninfas que se disfrazaban de cacerolas, de violines o de muñecos.

Los hombres de letras refugiábanse aterrados en la amena literatura, como último albergue del pensamiento. Limitábanse a producir novelas picarescas o comedias en las que se ensalzaba un honor fiero que sólo existía en la imaginación de los poetas, mientras reinaba la mayor corrupción en las costumbres.

Así, en España, no son, hablando con todo rigor, cuadros de costumbres, ni las insuperables escenas de la Celestina y sus continuaciones, ni las mismas novelas picarescas, aunque suelen no tener más acción que la que les presta la vida del héroe. Sólo Cervantes, en Rinconete y Cortadillo, dió el primero y hasta ahora no igualado modelo de cuadro de costumbres.

Los libros de caballería, que encantaron por tanto tiempo á los lectores españoles, no dejan de ser muy importantes . Mucho más influyó en ellos la sátira que se hace en Don Quijote, que en las novelas pastoriles que imitaban á la Diana, de Montemayor . Los prosistas españoles más distinguidos se consagraron á describir las costumbres y la sociedad de su época, ya en pequeñas novelas, en las cuales descolló entre todos Cervantes, imitándolo Montalván, Mariano de Carvajal y Saavedra y otros, ya en las famosas picarescas, por el estilo de El lazarillo de Tormes, que traducido é imitado ha recorrido toda Europa.

Gracias, gracias, señor de Núñez respondía atajándole la gran dama, entre sonrisas picarescas ; no tiene usted por qué lamentarse: lo conozco todo; me pongo en todos los casos.

Choca ver a Fausto bailando con una bruja joven, en indecente jaleo y cantando coplas picarescas y lascivas, después de haber muerto traidoramente al hermano de su querida y hallándose ésta en el mayor peligro, desconsuelo y abandono.

En julio de 1806 entregó el mando a Abascal. Anciano, enfermo y abatido de ánimo, por la reciente muerte de su esposa, quiso Avilés regresar a España. La nave que lo conducía arribó a Valparaíso, y a los pocos días falleció en este puerto el virrey devoto, como lo llamaban las picarescas limeñas.

Ya hemos dicho al principio que el notario era miope; así es que no pudo ver nada de lo que debía haber notado en seguida, ni aun siquiera las sonrisas picarescas con que fue acogido a su entrada.

Como todos somos parientes continuó de cerca o de lejos, nos tratamos como tales; y ni porque se te acerquen mucho para hablarte, ni porque hagan alusiones picarescas, y siempre llenas de gracia, a la hermosura de tus hombros, a lo torneado de lo poco, poquísimo de pantorrilla que te hayan visto al bajarte del coche; por nada de eso, ni aun por algo más, con tal que no sea mucho, debes asustarte, ni escandalizarte, ni darte por ofendida.

Finalmente, tranquilizáronse los ánimos y otra vez reinó la concordia y la alegría. El señor Rafael volvió á tomar la guitarra y soltó una serie de coplillas chuscas y picarescas que hicieron brincar de gozo á los alegres compadres. Velázquez y María-Manuela, sofocados por el calor, se habían acercado á la ventana y respiraban la brisa frente á la bóveda estrellada del cielo.