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Actualizado: 12 de mayo de 2025
No los dejes bailar mientras no llegue la marquesa ordenó á Friterini . La ceremonia es para ella, y de seguro que le parecerá muy mal al señor de Canterac que empiece antes de tiempo. Pero músicos y bailarines no hicieron caso alguno de sus escrúpulos y continuó el baile. Elena estaba mientras tanto en el salón de su casa, lujosamente vestida para asistir á la fiesta.
Si alguno de los dos hace fuego después de la tercera palmada, será declarado felón y descalificado inmediatamente.» Pirovani, con la pistola en alto, avanzaba la cabeza y entornaba los ojos para oir mejor, acogiendo con movimientos afirmativos cada palabra de Torrebianca. Canterac permanecía impasible, como un hombre que está escuchando algo que conoce sobradamente.
El italiano repelió con altivo ademán esta admonición, juzgándola tardía, y dijo solemnemente, como si le enorgulleciesen sus propias palabras: Me bato á muerte con el capitán Canterac, y vengo á buscarle para que usted y Moreno sean mis padrinos. Prorrumpió Robledo en exclamaciones de escándalo, al mismo tiempo que levantaba las manos para hacer más patente su protesta.
Tengo la seguridad, capitán, de que la sorpresa va á ser enorme. Eso no lo puede discurrir el italiano. Canterac aprobó con un sonrisa de satisfacción las últimas palabras.
Luego, mirando á Canterac que le seguía apuntando, cruzó sus brazos, apoyó en el pecho la pistola inútil y presentó de frente todo su cuerpo, con loca jactancia, cual si desafiase á la muerte. Moreno se agarró á un hombro de Rojas, obligado por su ansiedad á buscar un apoyo. El estanciero apretaba los labios. ¡Pucha!... Lo va á matar dijo entre dientes.
Acabaron su cena silenciosamente Watson y Robledo, preocupados por lo que había ocurrido horas antes en el parque inventado por Canterac.
Resultaba tan inaudito para Canterac que un simple contratista se atreviese á insultarle allí mismo, en el costoso parque inventado por él, que permaneció algunos momentos sin poder hablar. Luego, su cólera de hombre autoritario estalló con fría llamarada. ¿Con qué derecho me habla usted?... Debí abstenerme de invitar á un emigrante sin educación, que ha hecho su dinero nadie sabe cómo.
Momentos después alzó éste su rostro para decir con balbuceos de emoción: Nada queda que hacer... ¡Muerto! Viendo que Canterac se aproximaba al grupo para saber lo ocurrido, Torrebianca salió á su encuentro, cerrándole el paso. El gesto triste del marqués, antes que sus palabras, revelaron al ingeniero la verdad.
Canterac quiso mostrarse bondadoso y aceptó las excusas del oficinista, dándole unas palmaditas en la espalda. No he podido dormir en toda la noche, querido Moreno. Tengo un proyecto y quiero consultarlo con usted. Necesito aplastar á ese intrigante que se atreve á medirse conmigo... Aquí todos se consideran iguales, como si se hubiesen suprimido en el mundo las jerarquías.
La reina puede sentarse en su trono dijo Canterac. Y mostró á Elena un banco rústico rematado por una especie de doselete hecho con guirnaldas de follaje y flores de papel. Excitado el francés por la soledad, habló con gran vehemencia de su amor y de los grandes sacrificios que estaba dispuesto á hacer por Elena.
Palabra del Dia
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