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Como la Torrebianca esperaba la agresión, se defendió á tiempo, haciendo esfuerzos por repelerle. Se hallaban en esta lucha, cuando apareció el contratista en la entrada del cenador. Pero ninguno de los dos pudo verle. Canterac seguía ocupado en su tenaz propósito de besarla; y ella, olvidando sus remilgos de coqueta, lo repelía violentamente.

Al mismo tiempo hacía recomendaciones de parquedad y prudencia en el servicio al entusiasta Friterini con palabras deslizadas al paso y misteriosos ademanes. «¡Con tal que alcancen los pesos de Canterac! pensaba .Empiezo á creer que no tendremos bastante para pagarlo todo

Muchas veces había dicho lo mismo, pero ahora estaban solos y aquella fiesta parecía haber aumentado su agresividad pasional. Ella, que se había sentado en el banco rústico, teniendo cerca al ingeniero, mostró cierta inquietud, aunque sin perder por esto su sonrisa tentadora. Canterac le cogió ambas manos é inmediatamente quiso besarla en la boca.

La criada mestiza, ayudada por los dos muchachos, quitaba la mesa, y la habitación con tabiques de madera iba tomando el mismo aire que si Elena diese una fiesta. Los tres visitantes, al hablarla, repetían con cierto arrobamiento la palabra «marquesa», como si les llenase de orgullo verse amigos de una mujer de tan alta clase. Elena no ocultaba cierta predilección por Canterac.

Aquí todos nos creemos iguales, porque vivimos juntos en el desierto dijo, escandalizado . Cualquier día, ese gaucho cuatrero pretenderá ir por la noche á las reuniones de la marquesa, lo mismo que uno de nosotros... ¡Cosa bárbara! El capitán añadió Moreno quiere que no se le compre más carne á Manos Duras ni se acepte ningún negocio propuesto por él, eso usted puede hacerlo mejor que Canterac.

Lo he visto después muchas veces; creo que ahora es general. ¿Cómo dice usted que se llamaba?... Y siguió evocando sus recuerdos; pero el español se dió cuenta de que confundía á Canterac con otro militar amigo suyo, haciendo una sola persona de los dos hombres, conocidos en períodos distintos de su vida. Robledo sabía con certeza que Canterac había muerto.

Guiñaba un ojo maliciosamente al hablar de los propósitos de Canterac, y á continuación se mostraba grave para afirmar la cordura de la marquesa, que «no era la mujer que se imaginaban muchos». Se disponía á mostrar al español el famoso «santuario de verdura», cuando le abandonó repentinamente, mascullando excusas, para correr hacia la entrada del parque. Elena acababa de llegar.

Algunas muchachitas tocaron disimuladamente la tela de su vestido, para apreciar mejor su finura. Fueron acudiendo, atraídos por el suceso, los principales personajes del campamento, y el español hizo la presentación de sus amigos Canterac, Pirovani y Moreno. Al ver Watson que los hombres que habían cargado con los equipajes los metían en su vivienda, buscó á Robledo apresuradamente.

Dio otra palmada el director del combate. «TresUn momento antes Canterac había hecho fuego. Todos corrieron en una misma dirección, menos el capitán, que permaneció inmóvil, con el brazo caído y la pistola todavía humeante en su diestra. El contratista estaba de bruces en el suelo como una masa inerte.

Aqui supo que el 5 de Agosto habia pasado Bolívar tomando por la derecha de la laguna de Junin, y retrocedió en el acto para estorbar que las fuerzas enemigas vinieran á situarse á su espalda. Al practicar este movimiento, y á los tres dias de haberlo emprendido, Canterac fué alcanzado por Bolívar y los realistas sufrieron una gran derrota en Junin ó Pampa de los Reyes.