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También Canterac aceptaba al ingeniero norteamericano como acompañante de la marquesa. Le parecía más tolerable que el odiado Pirovani. Vió cómo se alejaban los dos jinetes, y aunque sentía un enojo sombrío, como siempre que le rechazaba Elena, procuró disimularlo, encaminándose después á la casa de Moreno.

Anoche me dijo Moreno que Pirovani y Canterac empiezan á hacerse la guerra. El uno se resiste á aprobar como ingeniero los trabajos que hace el otro como contratista. Desea perjudicarle, retardando de este modo los pagos del gobierno... Pirovani dice que suspenderá las obras y se irá á Buenos Aires, donde tiene muchos amigos, á quejarse del ingeniero.

Uno de los fusilados en esa ocasión fué Frasquito, muchacho andaluz muy popular por sus chistes y agudezas, y que era el amanuense de Rodil. Al recibir Rodil la carta u oficio en que Canterac le transcribía el artículo de capitulación concerniente al Callao, exclamó furioso: ¡Canario! Que capitulen ellos que se dejaron derrotar, y no yo. ¿Abogaderas conmigo?

Vió un grupo de jinetes que venían hacia ella y se detuvo para reconocerlos. El ingeniero Canterac, deseoso de inspirar mayor interés á la marquesa de Torrebianca, la había invitado á un paseo por las inmediaciones del río, para que conociese las obras realizadas bajo su dirección.

He olvidado dejar en casa del capitán Canterac el cheque sobre París que le entrego todos los meses. Luego hizo un movimiento de hombros y continuó andando junto al norteamericano. Se lo daré cuando vuelva á mi casa. De todos modos, no tenemos correo hasta pasado mañana.