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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Comprendía el dolor de ella viendo el traje de luto que llevaba por la muerte de la madre de su esposo. Además, ¡el triste fin de Pirovani, la fuga de Canterac, tantos sucesos en tan poco tiempo!... Es muy triste, señora marquesa, lo que le ocurre, pero no por eso debe usted llorar. Y se atrevió á tomarle las manos, oprimiéndoselas dulcemente antes de apartarlas de sus ojos, húmedos de llanto.

Canterac y el contratista, cada uno por su parte, habían declarado festivo aquel día, imponiendo el descanso á sus obreros. Frente á la casa había un carruajito de cuatro ruedas, cuidado por un mestizo.

Únicamente parecía acordarse de él cuando Canterac se mostraba demasiado vehemente en sus ademanes, tendiendo una mano de caballo á caballo para estrechar la suya ó permitirse otras osadías disimuladas. Moreno ordenaba la marquesa , avance y póngase á mi izquierda, para que el capitán quede lejos. No me gustan los militares; son muy atrevidos.

Pirovani, que vacilaba hasta poco antes por creer disparatado el reto de Canterac, se levantó de su sillón con aire resuelto. Entonces dijo , si á usted le parece bien, no hay más que hablar. Me batiré con el francés y me batiré si es preciso con medio mundo, para que usted se convenza de que soy digno de su estimación.

Le tomó un brazo el español para tirar de él afectuosamente, llevándoselo de allí. Lo primero es huir dijo otra vez . Yo le daré los medios de hacerlo. Vámonos. Canterac se resistía á obedecerle, mirando al mismo tiempo á Torrebianca. Quisiera antes de irme murmuró decir adiós á la marquesa. Fué tan suplicante el tono con que hizo esta petición, que provocó en Robledo una sonrisa de lástima.

Tomó el argentino el papel que le ofrecía Canterac, y luego de leerlo miró al ingeniero con extrañeza, como si dudase de su razón. Comprendo su asombro... Resultará caro, lo ; pero no importa. Gaste sin miedo. Acabo de cobrar unos cuantos miles de pesos que pensaba remitir á París. Prefiero asombrar á la marquesa con mi parque. Ya ganaré otra plata más adelante: tengo confianza en el porvenir.

Su padrino juzgó necesario llevárselo de allí, y le dijo imperiosamente que le siguiese. Al otro lado de las dunas aguardaba un carruaje, el mismo que había llevado á Elena la tarde de la fiesta. Cuando este vehículo los dejó frente á la antigua casa del muerto, los dos quedaron con los pies vacilantes. Torrebianca no podía invitar á Canterac á que entrase en un edificio que era de Pirovani.

Quedó el ingeniero con la diestra inmóvil y la pluma en alto. Había perdido su rígida impasibilidad de hombre autoritario. Tenía los ojos húmedos á causa de su emoción y se pasó una mano por ellos. Hizo un esfuerzo para reconcentrar su voluntad y siguió escribiendo el final de su carta: «¡Adiós á ti, esposa mía! ¡Adiós, hijos míos! Hasta el próximo correo. Roger de Canterac

Cuando Watson, después de la cena, intentó disculparse con Robledo, pidiendo que le perdonase su rudeza, el español le hizo callar. No hablemos del pasado; tan amigos como antes: lo nuestro resulta un incidente sin importancia. Lo verdaderamente terrible es lo del pobre Pirovani y la situación en que se ve Canterac... Comprendo la impresión que han producido en usted sus palabras. ¡Pobre hombre!

Hasta es posible que ese contratista se crea superior á , que soy su jefe; todo porque tiene más plata. Sonrió Canterac con una expresión cruel, y siguió hablando. Yo haré que tenga menos. Hasta ahora le había tolerado ciertas cosas al aprobar sus obras. En adelante perderá muchos miles de pesos y se verá obligado á rescindir su contrato, yéndose de aquí.

Palabra del Dia

bagani

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