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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Quedando con esto los Mamalucos sin caudillos, sin gobierno y sin alientos, se turbaron del todo, y tirando sus armas se arrojaron al río que les recibió, no para librarles como esperaban, sino para sepultarles en sus corrientes, de que ya cansados, por más esfuerzos que hicieron, no pudieron librarse.

Y al cerrar la noche, a cenar y a acostarse con los huesos cansados del trabajo, pero contentos de la jornada; a dormir en la santa paz de los que emplean bien el día y no sienten el remordimiento de haber hecho mal a nadie. ¡Venga de ahí! murmuraba Rafael con apasionamiento. Y aún no dices too lo bueno.

Y con voz sorda comenzó a exponer sus quejas, a descubrir los agravios que su marido le hacía diariamente. A nadie en el mundo, más que a su madrastra, haría tales confidencias, que en ella no provocaban lágrima alguna. D.ª Carmen era quien las vertía una a una de sus ojos cansados.

Pareció frívola la escusa, porque los otros habian andado mas largos caminos en caballos asimismo cansados; ni parecia que se debia contemporizar con los animales, estando en peligro la tierra. Y por tanto no se admitió la escusa, y se les avisò que si tardaban, custodiasen ellos sus casas, y mirasen á lo porvenir.

A los médicos no se nos escapa nada. ¿Quieres que te lo cuente?». Isidora se turbó otra vez. «Pues oye: la semana pasada llegó de Francia Joaquín Pez en el estado más deplorable. Sus acreedores, cansados ya de contemplarle, le han caído encima como buitres hambrientos. Su padre ha decidido no ampararle más y le ha echado de su casa...

Aquella noche era la última de feria. Destacábanse los grupos de soldados, con los roses enfundados de blanco; los huertanos iban en cuadrilla, cogidos de las manos por temor de extraviarse; y pasaban las labradoras con su traje de fiesta, arrastrando tras un racimo de chiquillos llorones y cansados, precedidas por los maridos en mangas de camisa, chaleco negro y el garrote de Liria en la mano, mirando a todos con fijeza, como si temiesen que los «señoritos» se burlasen de la familia.

Allí se agregó á un corrillo de viejos que discutían sobre cuál de los tres sostenedores de la apuesta se mostraba más sereno. Muchos labradores, cansados de admirar á los tres guapos, jugaban por su cuenta ó merendaban formando corro alrededor de las mesillas.

Los días iban transcurriendo pesados, largos y cansados, días sombríos de principios de primavera, durante los cuales me revolvía en la cama, impaciente, desesperado e impotente. Ansiaba poderme levantar y actuar con actividad, pero Walker me lo prohibía. En cambio me traía libros y diarios, y ordenaba tranquilidad y absoluto descanso.

Si la Virgen nos permite protegeros, hago voto de ofrecer una corona de oro á Nuestra Señora de Rennes. ¡Adelante, amigos! Los asaltantes, cansados de matar, se dedicaban al saqueo. Sólo un grupo bastante numeroso atizaba el fuego y observaba en silencio los progresos del incendio.

No estoy buena dijo la mujer mística restregándose entrambos ojos, como si los tuviera doloridos por la vigilia ó cansados de mirar. Siento un calor aquí dentro ... y una agitación ... Pero es del ayuno, hermana; es del ayuno. Pues debe usted moderarse. Descanse unos días. , lo haré, y esta semana no rezaré oración doble, como hasta aquí, y suprimiré horas por la noche.

Palabra del Dia

aprietes

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