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Actualizado: 24 de octubre de 2025
Cansados los contrarios de la guerra, O por mejor decir, de la matanza, Y viendo que la noche ya se cierra, No curan de llegar á nuestra estanza. Del fuerte se les tira, mas dió en tierra Un tiro culebrina, que no alcanza. Por eso, y por la noche
Empeñada en los amores de D. Lope, y éste, ausente con el Emperador en la jornada de Alemania, vivía huérfana, lejos de los palacios de Granada, alegrando con su presencia los cansados ojos del anciano Gerif.
Por fin, todos los maderos, más ó menos enteros, se reúnen en el lago artificial; amontonados unos sobre otros, se mueven débilmente por la presión del agua. Como animales cansados que el pastor acaba de encerrar en el parque, descansan los troncos, esperando el momento de ponerse en marcha.
El Fingal había sido propiedad de un capitán escocés, que, á pesar de sus largas dolencias, no quiso abandonar nunca el mando, muriendo á bordo de su buque. Los herederos, hombres de tierra adentro, cansados de una larga espera, ansiaban deshacerse de él á cualquier precio.
Cuando les dije que mi capitán venía a retaguardia, el señor cura me mandó que viniera a ofrecerle de su parte el alojamiento, y allí hizo alto para esperarnos. ¿Y le diste las gracias? Es claro, mi capitán, y aun le dije que bien necesitábamos de todos sus auxilios, porque venimos cansados y no hemos encontrado en todo el día un triste rancho donde comer y descansar.
Julio Solino cuenta una costumbre De aquellos hiperbóreos tan nombrados; Empero estos carecen de la lumbre De Fé: aquestos, dice, que cansados De vivir, y teniendo pesadumbre De ver tardar la muerte, muy untados Con cierta uncion, habiendo bien comido, Pecando así, se dan fin dolorido.
Porque después de ver lo que he visto en el álbum de usted, se me caería el lápiz de la mano. Dibuje usted solo algo nuevo de aquí, pero en mi block... digo, si no abuso... No hubo modo de reducirla a que dibujara, aunque se unieron a las excitaciones de Leto, las de su padre que había llegado ya con su amigo, cansados de husmear tórtolas en balde.
En los paseos públicos habría unos bancos para niños, unos bancos para niñeras, unos bancos para ancianos, y quizás hubiese también unos bancos especiales para los candidatos al Parlamento: los chicos de tres años, cuando estuviesen cansados de jugar, irían de banco en banco, y, calándose unas gafas, estudiarían los diferentes letreros: ¿Soy yo candidato? se preguntaría Manolín . ¿Soy una niñera?...
Los grupos corrían hacia arriba, atropellando a los transeúntes, barriendo las aceras con su impulso, deseando envolver cuanto antes las filas de niños vestidos de gris, que avanzaban lentamente, cansados de la expedición. Muchas mujeres deteníanse, titubeando. Aquel grupo no era el de su hijo. ¡Vienen por abajo! gritaba otra.
No creo que estos dramas puedan representarse sin supresiones, porque esos largos discursos ó parlamentos, tan comunes en Calderón, exigen una declamación especial, propia sólo de los actores españoles, no de los alemanes, más lentos, y que, por lo mismo, los harían acaso cansados; sería menester hacer en ellos sus cortes por persona competente, sin necesidad de añadir que el organismo de los dramas había de conservarse inalterable, prohibiéndose toda mutilación ó variación arbitraria, como las hechas por West, en El Médico de su honra.
Palabra del Dia
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