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Actualizado: 29 de junio de 2025


Á esta pregunta, el pálido semblante de la señora de Freneuse se iluminó por una llama pasajera, sus ojos brillaron, y exclamó, con voz en la que se notaba aún cierto vigor: Hasta morir declarará que no ha cometido ese crimen atroz, que no ha podido cometerle. Mi hija y yo, ¿entiende usted, Marenval? no cesaremos de afirmarlo así.

Más de lo que yo creía contestó la joven. Se adivinaba en ella cierta desorientación. Tal vez sentía miedo al pensar en su entrada audaz, sin una moneda en el bolsillo. Pero no tardó en reponerse de estas vacilaciones. Brillaron sus ojos con un fulgor hostil, lo mismo que si fuese a entrar en pelea, y tendió una mano hacia la ciudad, como invitándola a que la esperase: ¡Yo te arreglaré... marica!

Viven pegados a las enaguas de las beatas, como los gatos... Mira: yo, cuando salgo de decir misa, como ahora, y llego a casa, nunca dejo de soltarles media docena de... Pero , si estás agraviado, puedes llegar sin inconveniente a la docena. Una carcajada brutal, semejante a un rugido, sacudió su pecho vigoroso al pronunciar estas palabras. Sus ojos brillaron con franca, cordial alegría.

Los ojos aterciopelados de la tabernera brillaron con cólera y, dando á sus palabras acento despreciativo, profirió: Te he dicho ya dos veces que no me da la gana. ¿No te has enterado aún? Si lo quieres por escrito, trae pluma y papel y te entregaré en seguida el documento. Velázquez se puso rojo de vergüenza. Quiso responder, pero la palabra expiró en sus labios.

Concha permaneció absolutamente inmóvil con una calma provocativa capaz de irritar a un santo. Sus labios perdieron, no obstante, el hermoso carmín que tenían y sus grandes ojos negros brillaron con expresión sombría. No corras tanto, que puedes tropezar dijo con sosiego impertinente, mientras una sonrisa de burla contraía sus labios descoloridos.

Mas, repentinamente, se iluminó; sus ojos brillaron; todo su rostro, que era asaz insignificante, se transfiguró adquiriendo cierto encanto indefinible. Era que Pepe Castro se acercaba a saludarla. ¡Preciosa, preciosa! dijo el adonis en tono distraído, inclinándose con afectación. La niña se puso fuertemente colorada. ¿Quiere usted bailar el primer vals conmigo?

Entre tanto, y todo esto fue en menos tiempo que el que yo empleo en decirlo, la mencionada mano libre se hizo atrevida; pero contra todo atrevimiento son valladar y estorbo los bríos del alma, y estos valieron bien a la gallarda vencedora. Al sentir el insolente contacto, el rubor tino sus mejillas; brillaron como ascuas sus ojos, la ira trocó en espantosa su linda cara.

Sonó a lo lejos la música y brillaron en el antecomedor luces rojas y verdes, una línea de faroles llevados en alto por los camareros. Este resplandor, amortiguado por los vidrios de colores, iluminaba discretamente con luz suave. Era la «marcha de las antorchas» de toda fiesta alemana.

Quitose la levita y arremangose la manga de la camisa; pero cuando vio abierto el estuche del cirujano, y brillaron ante sus aterrados ojos las hojas relumbrantes de treinta instrumentos de suplicio, palideció intensamente y se desplomó, desmayado, sobre una butaca. Algunas gotas de agua con vinagre le devolvieron el conocimiento, mas no la resolución.

¡ soldado! repitió . ¡ defendiendo á mi país, que no es el tuyo!... Y volvía á besarle, retrocediendo luego unos pasos para apreciar mejor su aspecto. Decididamente, le encontraba más hermoso en su grotesco uniforme que cuando era célebre por sus elegancias de danzarín, amado de las mujeres. Acabó por dominar su emoción. Sus ojos, llenos de lágrimas, brillaron con maligno fulgor.

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