United States or Saint Lucia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Lo ignoro. Pero ella se puso muy encarnada y creció su rubor cuando vio que yo bajaba y me acercaba a ellas. Y cuando mi tía, después de darme un beso, le pasó mi corona invitándola a felicitarme, se desconcertó por completo. No estoy bien seguro de lo que me dijo para atestiguar que experimentaba una gran satisfacción y me felicitó en los términos que son de uso. Su mano temblaba levemente.

Recordando los pequeños detalles, las frases, los tonos de la voz y las miradas en las escenas críticas que le habían abierto una era nueva, sea dándole un conocimiento más profundo de las resoluciones y de las pruebas de este mundo, sea invitándola a algún pequeño esfuerzo de indulgencia o de adhesión penoso a un deber imaginario o real, ella se preguntaba continuamente si había sido censurable en algo.

El sacerdote se interpuso en aquel momento invitándola a dejar los pensamientos mundanos. La enferma le escuchó con humildad, repitió devotamente las oraciones que le leía en alta voz. El médico y el duque se acercaron para ponerle un revulsivo; pero observando que comenzaba el estertor, el médico hizo un gesto y cogió por el brazo al duque para sacarlo fuera de la estancia.

Más de lo que yo creía contestó la joven. Se adivinaba en ella cierta desorientación. Tal vez sentía miedo al pensar en su entrada audaz, sin una moneda en el bolsillo. Pero no tardó en reponerse de estas vacilaciones. Brillaron sus ojos con un fulgor hostil, lo mismo que si fuese a entrar en pelea, y tendió una mano hacia la ciudad, como invitándola a que la esperase: ¡Yo te arreglaré... marica!

Siempre que entraba en la iglesia del convento sentía la misma embriaguez, una especie de somnolencia voluptuosa que penetraba en su ser como una caricia. De aquel coro venía un murmullo lánguido y tierno que le llamaba, invitándola a dejar los placeres del mundo por otros más dulces y misteriosos que había comenzado a gustar sin conocerlos aún enteramente. Jesús le había ya otorgado valiosos regalos en sus oraciones, pero no se entregaría por completo, bien seguro, no se olvidaría en los brazos de la esposa, no se daría todo

Una vez solos nos saludamos de nuevo como verdaderos amantes y en seguida me presentó dos cartas. Era una de Miguel el Negro, invitándola cortésmente a pasar el día en el castillo de Zenda, como tenía por costumbre hacerlo una vez cada verano, cuando el parque y los jardines del castillo ostentaban toda su belleza.