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Actualizado: 1 de julio de 2025


¿Has estado ya alguna vez en Valencia? , señor; he pasado allí un mes hace algunos años. Es muy bonito aquello, ¿verdad? , muy bonito. Muchas naranjas, ¿eh? Muchas. Creo que es una población alegre. Eso no; a me ha parecido muy triste. Pues hombre, yo creía... Y tornaron a guardar silencio. Los corazones estaban apretados, y el acento indiferente de las palabras no bastaba a ocultarlo.

Podrían verse allí todos los días; no queda un solo banco desocupado y en las avenidas y junto a los lagos desfilan los carruajes apretados, sin poder pasar, todos llenos de chicas que se saludan bajo las sombrillas de claros colores. Adriana no pudo dejar de sonreír, comprendiendo que Charito, a quien no faltaban sus pretensiones literarias, buscaba las palabras escuchándose hablar.

El angelón fijó sus pupilas límpidas en los fascinadores ojuelos de víbora de su abuelo; y, sin esperar más instrucciones, abriendo mucho la boca, salió a galope hacia donde por instinto juzgaba él que el señorito debía encontrarse. Volaba, con los puños apretados, haciendo saltar guijarros y tierra al golpe de sus piececillos encallecidos por la planta. Cruzaba por cima de los tojos sin sentir las espinas, hollando las flores del rosado brezo, salvando matorrales casi tan altos como su persona, espantando la liebre oculta detrás de un madroñero o la pega posada en las ramas bajas del pino. De repente oyó el andar de una persona y vio al señorito salir de entre el robledal.... Loco de júbilo se acercó a darle su recado, del cual esperaba albricias.

Estos árboles, de un verde obscuro, eran de hojas charoladas, sin la más tenue veladura de polvo, cual si estuviesen recién lavados. Sus troncos no alcanzaban un diámetro grande, más bien parecían gráciles y débiles por su recta esbeltez y su altura enorme. La humedad que refrescaba continuamente sus raíces les hacía crecer apretados como los tallos de la hierba.

Esto causó cierta impresión en el viejo, y mientras las niñas, de pie junto a la cama, contemplaban con el ceño fruncido y los labios apretados la agonía del pobre enfermo, don Juan dijo a su hermana en voz muy baja y titubeando como si se arrepintiera de su debilidad: Óyeme, Manuela; por ti no haría nada... no lo mereces; pero a la vista de esas pobres chicas me siento débil y no quiero que mi conciencia cargue con un remordimiento.

Después pronunció ardientes palabras de amor, y roto ya el freno de su bien utilizada hipocresía, se abalanzó a María Antonia, que le atraía con los ojos y le embelesaba con blanda risa, medio abierta la húmeda boca y dejando ver los iguales y apretados dientes, que parecían dos hilos de perlas. El la estrechó frenéticamente entre sus brazos y buscó los labios de ella con sus labios.

Gaspar Lefèvre, viendo a su madre y a Luisa inmóviles y con los dientes apretados, dijo a Marcos que si ellas no volvían en se levantaría la tapa de los sesos con su fusil. Marcos respondió que cada cual era libre de hacer lo que quisiera; pero que, por su parte, no estaba dispuesto a darse un tiro por Hexe-Baizel.

Y se detuvo jadeante, sin voz, en medio de un silencio siniestro, parecido al que reina en la tempestad entre ráfaga y ráfaga... Jacobo habíase vuelto con los puños apretados, tartamudeando entre sus labios blancos de ira: Está pidiendo un cachete...

Un pedazo de su carne asomaba fuera de la concha como una lengua blanca. En unos tomaba la forma de suela y servía de pie, marchando el molusco, con la vivienda á cuestas, sobre este único sostén. En otros era nadadera, y la concha, abriendo y cerrando sus valvas como una boca propulsora, subía en línea recta á la superficie, para dejarse caer luego con los dos escudos apretados.

Por de pronto, nada de multitudes humanas, ni de ruidos incómodos, ni de hacinamientos de casas formando calles sombrías y angostas; nada de ceremoniales mentirosos para cultivar amistades que no se necesitan entre personas que no se pueden ver; ni de espectáculos públicos, en los cuales se exhiben las gentes embanastadas de medio abajo, y en ringleras, como muñecos de escaparate; nada de sonrisas forzadas, ni de saludos maquinales, ni de corsés muy apretados; nada, en fin, de ese cúmulo de esclavitudes y de molestias en que viven las gentes «bien educadas», cuando se dice de ellas que hacen una vida regalona.

Palabra del Dia

buque

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