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Actualizado: 1 de julio de 2025


¡Feliz! ¡Y tienes el valor de decirlo! ¿Quién puede ser feliz contigo? ¡Ni la última de las mujeres!... ¡Pobre diablo! concluía con risa nerviosa, yéndose. Kassim trabajaba esa noche hasta las tres de la mañana, y su mujer tenía luego nuevas chispas que ella consideraba un instante con los labios apretados. ... ¡no es una diadema sorprendente!... ¿cuando la hiciste?

Y como Artegui, silencioso y apretados los labios volviese a otra parte la cabeza, murmuró la niña, en voz suave como una caricia: Don Ignacio, el padre Urtazu me ha dicho que había unos hombres que no querían admitir lo que la Iglesia enseña y creemos nosotros, pero que allá... a su manera, a su capricho, en fin, adoraban a un Dios que ellos se forjaban... y creían en la otra vida también, y en que el alma no muere al morir el cuerpo.... ¿Es usted de esos?

Doña Sol escuchaba, intensamente pálida, con los labios apretados por el terror y en los ojos el extraño brillo que acompañaba a sus misteriosos pensamientos. Gallardo contraía el rostro, molestado por este relato feroz. Ca uno sabe su ofisio, señó Juan dijo el Plumitas, como si adivinase lo que pensaba . Los dos vivimos de matá: usté mata toros y yo personas.

Su estatura era medianamente alta, su talle, que jamás se había sometido a la presión del corsé, poseía toda la soltura, toda la flexibilidad que los novelistas franceses atribuyen falsamente a sus heroínas, embutidas en apretados estuches de ballena.

«Me alegro dijo el Delfín, cuando su mujer le conducía por las escaleras arriba ; me alegro de que me hubieras sacado de allí, porque no puedes figurarte lo que me iba cargando el tal inglés, con sus dientes blancos y apretados, con su amabilidad y su zapatito bajo... Si sigo un minuto más, le pego un par de trompadas... Ya se me subía la sangre a la cabeza...».

Se quitó el gorro y se despojó del capote en cuanto se encaró conmigo, y dejó al descubierto un matorral de pelos blancos, recios y apretados, y un vestido de anticuada forma con relación a los figurines vigentes, de buen paño, , pero muy descolorido ya.

Quedaron al descubierto sus dientes apretados, deslumbradores, que denunciaban una gran fuerza triturante. Contemplando su ávido brillo, creyó Ojeda en la pureza de aquel hombre. La voluptuosidad había contraído en él todos sus tentáculos, para replegarse sórdidamente en el paladar y el estómago.

Por las rápidas gesticulaciones del sacerdote, la manera cómo sacudía, primero, sus dedos apretados, y luego alzaba su mano abierta y tocaba su antebrazo izquierdo, podría haber afirmado que estaba hablando de algún secreto, cuyo poseedor había desaparecido.

A veces era tan fino el tapiz de yerba menuda entre brezales rastreros y apretados, que resbalaban sobre él los caballos con mayor frecuencia que sobre los pedruscos y lastrales del camino andado por la finde del valle; pero como había espacio abundante y desembarazado en todas direcciones, aprovechaba yo bien estas ventajas para cuartear a mi gusto la subida e ir ganando la altura por donde mejor me pareciera.

Gozaba ella que era una bendición de Dios cuando estaban todos reunidos, chicos y grandes; y cuanto más apretados, mejor. Y apretados lo estaban en aquellas ocasiones a menudo, porque aunque la casa era grande, como tenían mucho laberinto de labranzas y ganados... ¡Virgen Madre, cómo le gustaban esos trajines a su marido! Pues con gustarle tanto, de seguro no le gustaban más que a ella...

Palabra del Dia

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