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Actualizado: 1 de octubre de 2025
Pero sé quien lo ha visto. ¿Quién? ¡El mundo entero! gritó don Santos Barinaga, que siempre acudía a maldecir de su mortal enemigo el Provisor . ¡El mundo entero!... Yo... yo.... ¡Si yo hablara!... ¡pero ya hablaré! Bah, bah, bah, don Santos; usted no puede ser juez ni testigo en este proceso. ¿Por qué? Porque usted aborrece al Magistral. Claro que sí... Y enseñaba los puños apretados.
Hablábase mucho en los apretados corrillos; oíanse los lamentos de los que ya nada esperaban y de los que temían, y no faltaba quien, para desvanecer tristes presentimientos, hiciera risueños cálculos; pero siempre flotaba sobre el llanto y las conversaciones, como respuesta á una pregunta que no se cesaba de hacer, esta frase: ¡Todas están allá!
La Primavera médica fue la que postró en cama, según don Robustiano, a la Regenta, que se acostó una noche de fines de Marzo con los dientes apretados sin querer, y la cabeza llena de fuegos artificiales. Al despertar al día siguiente, saliendo de sueños poblados de larvas, comprendió que tenía fiebre. Quintanar estaba de caza en las marismas de Palomares; no volvería hasta las diez de la noche.
Mi tía los puso de acuerdo, proponiendo que se bautizase la criatura con los nombres de León Pancracio, de lo que ha resultado que su padre lo ha llamado siempre León y su madre siempre Pancracio. De repente interrumpió esta narración el general, entrando en la sala, pálido como un muerto, con los labios apretados y lanzando rayos por los ojos.
Tan sólo cuando vio el encendido color y notó la entrecortada respiración de su ansiosa oyente, sintió una repentina punzada de remordimiento, murmurando entre sus apretados dientes: ¡Dios la ayude y me perdone! Pero, ¿cómo es posible que yo se lo diga todo ahora?
Entráronse todos por ella, subieron la estrecha y antigua escalera, y en una sala no muy espaciosa hallaron la mesa puesta. Sentáronse presto y dio comienzo el festín. Estaban bien apretados, porque eran más de veinte los comensales, casi todos clérigos, y la mesa no daba comodidad para más de doce o catorce. Se comió y bebió gallardamente.
Las gentes se los imaginan numerosos y apretados como las piedras de un pavimento, pero sólo un buque entre mil recibe sus ataques... Además, contigo no temo nada: si nuestro destino es perecer en el mar, moriríamos juntos. Se hizo insinuante y seductora, avanzando las manos sobre los hombros de él, tirando de su cuello con un apasionamiento que equivalía á un abrazo.
Parecía que algo fúnebre pesaba sobre ellos, obligándolos a permanecer en silencio, con la vista baja y los labios apretados, como si en la habitación inmediata hubiese un muerto. Era la presencia del extraño, del intruso, ajeno a su clase y sus costumbres. ¡Maldito mallorquín!... Cuando hubieron pasado todos los mozos por la silla inmediata a Margalida, el señor se levantó.
La señorita Guichard avanzó hacia él atrevida, amenazadora y llegada ante el lienzo, con la cabeza trastornada por la cólera, los labios apretados para no estallar en injurias, levantó su sombrilla con actitud furiosa é iba á golpear á su enemigo cuando una mano la detuvo, al mismo tiempo que una voz decía: Pero, señora, ¿qué hace usted?
Espere usted, Anita, que la acompaño murmuraba . Espere usted... puede ocurrírsele a usted algo. Encogiose de hombros Ana, y acortó el paso para dejar que se uniese Borrén. Emparejaron y caminaron en silencio por la carretera; Ana con los labios apretados y algo escalofriada y temblorosa, a pesar de ir muy arropada en el mantón.
Palabra del Dia
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