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«Esas lágrimas que usted derrama, ¿son de arrepentimiento sincero? ¡A saber...! Si usted se nos arrepintiera de verdad, pero de verdad, con contrición ardiente, todavía esto podría arreglarse. Pero sería preciso que se nos sometiera a pruebas rudas y concluyentes... esta es la cosa. ¿Volvería usted a las Micaelas?». ¡Oh!, no señor replicó la pecadora con prontitud.

Hoy esa tierra ingrata los sacrosantos vínculos desata, y con los ojos en el lucro fijos logra que torpes hijos hagan pedazos tu amoroso seno. ¡Oh, si Colón resucitar pudiera, de su obra quizá se arrepintiera, y con dolor profundo aquel soñado y misterioso mundo en los abismos de la mar hundiera. ................................... Al dolor inclemente no te abatas ¡oh Patria! alza la frente.

Esto causó cierta impresión en el viejo, y mientras las niñas, de pie junto a la cama, contemplaban con el ceño fruncido y los labios apretados la agonía del pobre enfermo, don Juan dijo a su hermana en voz muy baja y titubeando como si se arrepintiera de su debilidad: Óyeme, Manuela; por ti no haría nada... no lo mereces; pero a la vista de esas pobres chicas me siento débil y no quiero que mi conciencia cargue con un remordimiento.

Después, como si se arrepintiera de haber dicho demasiado, apartó la vista de su sobrino, murmuró algunas voces incoherentes, y volvió á hojear sus papelotes, escribiendo algo y gruñendo siempre, sin dejar de gesticular como si hablara con alguien. Lázaro miró un buen rato la lívida faz del viejo realista, que, iluminada de lleno por la luz, ofrecía fantástico é infernal aspecto.

Entonces el pastor, sacando un cuchillo del bolsillo, se lo mostró a Silas, preguntándole si recordaba dónde había dejado aquel cuchillo. Silas respondió que no recordaba haberlo dejado en otra parte más que en su bolsillo; sin embargo, aquella extraña interrogación lo hizo estremecer. Se le exhortó a que no ocultara su pecado, y que lo confesara y arrepintiera.

Pero sus ideas tradicionales se encabritaron ante estos escrúpulos. «El honor es el honor...» Y experimentó la alegría del que, luego de dudar, se convence de que está en lo cierto, al oir que el teniente aceptaba la reparación por las armas con regocijo y con cierta prisa, como si temiese que Toledo se arrepintiera, retirando su proposición. ¡Joven heroico y pundonoroso!