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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Cualquiera creería que eres viuda, y tu marío está a estas horas tan campante, preparándose para la corría, güeno y sano como el propio Roger de Flor. ¡Qué tontunas! Carmen apenas almorzó, mostrándose sorda a los elogios que tributaba su cuñado al cocinero del establecimiento. Por la tarde, su resignación volvió a desvanecerse.
Los lacayos, los pajes, los chambelanes, con sus medias de seda y sus casaquines, iban detrás de la reina Masicas, cargándole la cola. Y Loppi almorzó contento, y bebió en copa tallada su anisete más fino, seguro de que Masicas tenía ya cuanto podía tener.
Púsolas en un vaso con agua fresca, almorzó, y escribió dos cartas, gastando en ellas, por su torpeza en la caligrafía, ocho plieguecillos del timbrado papel, y habría gastado más si no le dieran a la sazón la noticia del crimen de su hermano. Dejolo todo y salió agitada, para enterarse en el Juzgado, visitar a Mariano en la cárcel y ver el partido que debía tomar.
Dorotea llegó al fin á su casa y se detuvo á la puerta, dominada por un vago temor. Sabía que en su casa estaba Juan Montiño. Su irresolución duró un momento. Llamó, la abrieron y entró. ¡Señora! la dijo Casilda ; ¡ah, señora! ¡no sabéis lo que sucede! ¿Qué? Aquel caballero que almorzó con vos... ¿Qué ha sucedido á ese caballero... dijo con cuidado Dorotea. ¡Nada! ¡nada! se quedó aquí...
Levantóse este de muy mal humor, vistióse muy despacio con su elegancia acostumbrada, almorzó parcamente y sin apetito, y marchóse luego al Veloz, dejando a Damián la orden de llevarle allí al momento cualquiera carta o recado que para él llegase.
Los días siguieron así, sin variación notable, y llegó el 23 de junio. Aquel día, Quilito almorzó en casa, o mejor dicho, no almorzó, porque todo el tiempo se lo pasó renegando de los bodrios de Catalina, de Pampa, que era una sucia, que así limpiaba los cubiertos como se lavaba mal la cara; del pan, sin cocer, del vino, agrio... Y don Pablo, siempre paciente, trataba de calmarle.
La cual salió a la calle correcta y severamente vestida en traje de ceremonia diurna. Almorzó en Lhardy, dió una vuelta por Los Salvajes, y a las tres de la tarde, poco más o menos, se dirigió a casa de su tía la marquesa de Alcudia, sita en la calle de San Mateo. Esta severísima señora era muy celosa de la religión como ya sabemos. Lo mismo de su alcurnia, por no decir más.
Porque debo confesar, que desde el día en que almorzó conmigo, comprendí con terror que Amparo podría arrastrarme a un amor nuevo, desconocido para mí; y tanto más terrible, cuanto más accesible al amor estaba mi alma.
Ayer, domingo, fui a almorzar a la «Villa Sol» y a ponerme a la disposición de Elena para la visita proyectada a la Briffarde. Lautrec almorzó también en casa de Lacante y se ofreció a acompañarnos al campo Quemado. Luciana, fiel a su promesa, llegó en el momento en que íbamos a ponernos en marcha.
En toda esa mañana no hizo nada. Almorzó y subió a dormir la siesta. Los peones volvieron a las dos a la carpición, no obstante la hora de fuego, pues los yuyos no dejaban el algodonal. Tras ellos fueron los perros, muy amigos del cultivo, desde que el invierno pasado habían aprendido a disputar a los halcones los gusanos blancos que levantaba el arado.
Palabra del Dia
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