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Los estampaba en forma de lista con anotaciones; les asignaba una edad, señalaba los rasgos fisonómicos de cada uno, su carácter, alguna originalidad, una rareza, algo ridículo. Era el personal imaginado para los dramas o las comedias. Escribía muy de prisa, con una caligrafía simétrica, muy clara, y parecía dictarse los escritos a media voz.

Entre estas las mas notables son las de manuscritos y antigüedades, donde pudimos admirar obras de caligrafía, escultura en marfil y miniatura verdaderamente maravillosas.

Luego, media hora para almorzar, un cuarto de hora de descanso. Apenas me quedaba tiempo para rascarme. Aquella portentosa obra le caligrafía me puso de muy mal humor, sobre todo porque advertí que debía pasar la mayor parte del día en las oficinas de la fábrica, situada en las afueras de la ciudad, hacia el barrio de San Bernardo.

Con escrutadora mirada examinaba los rígidos detalles de la sala, desde el pulimentado calorífero de vapor parecido a un enorme soda-cracker barnizado, que calentaba un extremo del cuarto, hasta el busto monumental del doctor Crammer, que daba escalofríos en el opuesto, desde el padrenuestro dibujado por un ex maestro de caligrafía, con tal variedad de elegantes rasgos de escritura, que disminuía notablemente el valor de la composición, hasta tres vistas de la población, tomadas del natural desde el Instituto, por el profesor de dibujo, y que nadie hubiese sido capaz de reconocer; desde dos citas ilustradas del Antiguo Testamento, escritas en letra inglesa, tan horriblemente remotas que helaban todo humano interés, hasta una gran fotografía de la clase superior, en la cual las niñas más bonitas tenían el color etiópico, sentadas, al parecer, unas sobre las cabezas y hombros de las otras.

Pendientes de los muros, en marcos coruscantes, exhibíanse varios títulos de individuo de honor de diversas sociedades, acreditando los méritos del marqués de Jiménez, y un tarjetón, prodigio de caligrafía, en el cual los compromisarios castellanos felicitaban a su «digno senador» por sus brillantes discursos en defensa de la protección a los trigos.

Púsolas en un vaso con agua fresca, almorzó, y escribió dos cartas, gastando en ellas, por su torpeza en la caligrafía, ocho plieguecillos del timbrado papel, y habría gastado más si no le dieran a la sazón la noticia del crimen de su hermano. Dejolo todo y salió agitada, para enterarse en el Juzgado, visitar a Mariano en la cárcel y ver el partido que debía tomar.

No muchos años antes, el maestro de caligrafía de su colegio, un viejecito modesto y callado, en una comida en casa del director, como hubiera bebido algo más de lo justo, exclamó de repente: «¡Insisto en la necesidad de la reforma radical de la enseñanzaNaturalmente, aquello provocó un escándalo.

Sentado tras ella, con la espalda a la pared, un hombre escribía, fija la vista en el papel, trazando con seguro pulso esos hermosos caracteres redondos y claros de la caligrafía española. La mesa estaba llena de papeles que parecían estados, listas de nombres, cuentas con infinitas baterías de números.

Don Paco era un gran pendolista, que pudiera competir con esos colosos de la Caligrafía: Torío el Sublime y Palomares el Divino, y hasta con el moderno Iturzaeta; habilidad que en parte había transmitido a su discípulo, pues las planas del heredero de Rumblar llenaban de admiración al señor Obispo de Guadix cuando iba a pasar unos días en la casa.

El escritorio no alteró jamás ciertas tradiciones venerandas del laborioso reinado de D. Baldomero I. Allí no se usaron nunca estos copiadores de cartas que son una aplicación de la imprenta a la caligrafía.