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¡Ven, Isagani! ¡Alejémonos de esa casa, ven! decía en voz ronca Basilio cogiéndole del brazo. Isagani le apartaba dulcemente ¡y seguía mirando con la misma dolorosa sonrisa en los labios! ¡Por Dios, alejémonos! ¿Por qué alejarme? ¡Mañana ya no será ella! Había tanto dolor en aquellas palabras que Basilio se olvidó por un segundo de su terror. ¿Quieres morir? preguntó.

Y alcé mis ojos camino del aquilón, y he aquí al aquilón, junto a la puerta del altar, la imagen del celo en la entrada. 6 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿no ves lo que éstos hacen, las grandes abominaciones que la Casa de Israel hace aquí, para alejarme de mi Santuario? Mas vuélvete aún, y verás abominaciones mayores. 8 Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared.

Yo eludí como pude el compromiso de pasear por la verga, y le expliqué con la mayor cortesía que hallándome al servicio de D. Alonso Gutiérrez de Cisniega, había venido a bordo en su compañía. Tres o cuatro marineros, amigos de mi simpático tío, quisieron maltratarme, por lo que resolví alejarme de tan distinguida sociedad, y me marché a la cámara en busca de mi amo.

Y ahora no he podido alejarme sin decirte adiós. ¡Ay! Si él no hubiese sentido la fatal curiosidad... Si se hubiera limitado a amarla como ella quería... ¡qué felicidad la de los dos!... No puedo censurarte.

Después de esto, vuestra posición respecto del señor de Lerne después de vuestro duelo, os impone ciertas atenciones particulares. Es justo; pero, ¿cómo tener valor para alejarme? A propósito interrumpió la señora de Maurescamp . ¿Cuál ha sido el motivo de este duelo? ¿Puede saberse? ¡Oh! nada, habladurías. ¿Habladurías? ¿Qué habladurías? Una palabra hiriente que me refirieron.

Pero no soltaré la cansada pluma sin recordar unos versos que el insigne poeta, mi amigo D. Adelardo López de Ayala, pone en boca de D. Rodrigo Calderón, y que repetí muchas veces al alejarme de Yuste: «¡Nunca el dueño del mundo Carlos quinto Hubiera reducido su persona De una celda al humilde apartamiento, Si no hubiera tenido una corona Que arrojar á las puertas del convento

Las deudas de honor que me obligaron á alejarme de París quedarán saldadas en breve, gracias á ti, valerosa compañera de mi vida, que has sabido manejar hábilmente los ahorros que te envié. ¡Cómo deseo verte en mis brazos para decirte una vez más mi amor y mi gratitud!... ¡Cómo ansío ver á nuestros hijos, después de tan larga separación...»

Fui tan estúpido o estaba de tal modo aturdido, que, en vez de retroceder y alejarme pronto de aquel sitio, continué avanzando y pasé por delante de ellos con el rostro vuelto hacia la ventana. Daniel se volvió enteramente de espaldas. Luego que pasé un animado cuchicheo y risas comprimidas. No acierto a describir lo que pasó por entonces.

Yo no exclamé con espanto, deseando alejarme de allí. Doña María se acercó al cuerpo y lo examinó. Una venda dijo uno. Doña María arrojó un pañuelo sobre el cuerpo, y quitándose luego un chal negro que bajo el manto traía, hízolo jirones y lo tiró sobre la arena.

Al ladrón de mi yerno le molesté desde el primer momento; tenía celos de , quería alejarme para dominar en absoluto a su mujer; y ella, que ama a ese payaso, que cada vez está más unida a él por las ovaciones, dijo que a todo. ¡Las exigencias del arte! ¡Su modo de vivir, que no les permite deberse a la familia, sino al arte!