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Seguramente, amigo mío y si usted quiere ir á encontrarnos en Marsella, tendremos mucho gusto en llevarle por mar dentro de quince días. Al oir esta proposición la fisonomía de Sorege se tranquilizó. Movió la cabeza y dijo en tono cordial: Agradezco á ustedes vivamente su amabilidad, pero no puedo alejarme de París.

La Shele, muy joven e inocente; yo, un marino que venía de las soledades del mar de la China con gran deseo de vivir; nos vimos, y sucedió lo que no era raro que sucediera. No si mi madre sospechó lo que pasaba; si sospechó y se valió de una estratagema para alejarme, Dios se lo haya perdonado.

»Cuando llegaba al límite de éste, casi yo no oía el piano, y únicamente llegaban a mis oídos las notas más agudas bastante amortiguadas por la distancia. Después, al regresar, entraba de nuevo en el círculo armonioso, del cual volvían a alejarme mis paseos en dirección opuesta. »A todo esto iba cerrando la noche. »Súbitamente cesó de oírse el piano.

ENRIQUE. , es el duque. ELSA. Dios mío, ¿cómo le confesaré mi traición? He abrazado a otro. ENRIQUE. El duque llega, y yo debo alejarme. Tiene gracia; me inspira algo así como celos el feliz mortal cuya llegada anuncian esas trompetas. ELSA. Llega de una manera solemne, acompañado de barones armados. ENRIQUE. Y de guerreros.

Las más no se acordaban de ; pero algunas me recibieron con injurias, recordando las proezas de mi niñez y haciendo comentarios tan chistosos sobre mi nuevo empaque y la gravedad de mi persona, que tuve que alejarme a toda prisa, no sin que lastimaran mi decoro algunas cáscaras de frutas lanzadas por experta mano contra mi traje nuevo.

Apoyé la mano en la cerradura: estaba puesta la llave. Me alejé, volví, torné a alejarme. El corazón me latía hasta romperse, estaba como embrutecido y temblaba de pies a cabeza. Vagué por el corredor en completa oscuridad; luego me quedé como clavado en un sitio sin ninguna idea de lo que iba a hacer.

Un ligero temblor corrió por todo mi cuerpo, y a toda prisa procuré alejarme de aquella escena. Corrí por la ciudad, haciendo inútiles esfuerzos para no escuchar el tañido de la fatal campanilla, y en todas partes tropezaba con la misma escena. Notaba que los transeúntes se miraban unos a otros con expresión de susto, y se hacían preguntas en tono bajo y misterioso.

Libres eran mis pasos, y sentíame no obstante más prisionero que en la montaña. Cualquier árbol, cualquier arbusto bastaban á ocultarme el horizonte: todos los caminos estaban cerrados en ambas partes por setos ó vallas. Al alejarme de los amados montes, que parecían huir lejos de , miraba á veces hacia atrás para contemplar sus curvas empequeñecidas.

¡Cansarme de ti!... ¡Cuando jamás me he sentido tan triste como esta noche!... Crees que ansío mi antigua vida, y al alejarme siento lo mismo que si entrase en un lugar de tormento... ¡Ay, dueño mío, mi alma!... no comprenderás nunca hasta donde he llegado en mi amor. ¿Pues entonces?

Consiste esto en que cuando he presenciado ú oído narrar cualquier suceso raro, no he tenido escrúpulo en utilizarlo, fiando en su verdad, al paso que cuando necesito inventarlos procuro alejarme de todo lo que parezca extraño é inverosímil.