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Mira, María dijo Stein acercándose a ella ; ofrezcamos a Dios nuestro amor puro y santo; prometámosle hacerlo grato con la fidelidad en el cumplimiento de todos los deberes que impone, cuando está consagrado en sus aras; y deja que te abrace como a mi mujer y a mi compañera. ¡Eso no! dijo María dando un rápido salto atrás y arrugando el entrecejo , ¡a no me toca nadie!

Algunos días le acompañé en el oficio, y le aprendí de manera, que no daría ventaja en echar las bulas al que más presumiese en ello; pero habiéndome un día aficionado más al dinero de las bulas que a las mismas bulas, me abracé con un talego, y di conmigo y con él en Madrid, donde, con las comodidades que allí de ordinario se ofrecen, en pocos días saqué las entrañas al talego, y le dejé con más dobleces que pañizuelo de desposado.

Tambien se denomina así á los otros infieles idólatras de Mindanao, y es facil comprender que esta denominación abrace á tribus distantes y sea tan generalizada atendiendo á lo que realmente significa. Su nombre quiere decir «hombres ó habitantes de la selva.» A los habitantes infieles del interior de la isla de Mindoro se les llama Manguianes.

»Teobaldo mirábale con frecuencia sorprendido y me decía en voz baja y con acento profético: »Créame usted, no será un hombre vulgar; cualquiera que sea el estado o carrera que abrace, llegará a un puesto elevado. »Si fuese así respondía Carlos, a ustedes lo deberé, amigos míos; y el pobre huérfano no lo olvidará jamás.

No sabía yo por dónde dirigirme. Llegaron a mis oídos voces conocidas, sonó en la cerradura de la puerta contigua ruido de llave, y salió mi tía Pepa, tendiendo los brazos. ¡Muchacho! ¡Muchacho! Mi Rorró, ven, ven para que te abrace! Estrechándome, repetía con su locuacidad de siempre: ¡Niño de mi alma! ¡Si estás tan alto que no te alcanzo! Entra para que te veamos. La emoción la ahogaba.

»Abracé a Antoñita, que había pronunciado estas palabras en un tono de sinceridad que no dejaba lugar a la más leve sombra de duda; y mientras ella volvía a tomar asiento en su banco, yo me dirigí hacia la escalinata para subir al salón. »Al poner el pie en la primera grada, la voz de Magdalena, suave como el cántico de un ángel, y esto vino a disipar mi tristeza.

El conde también estaba en mi casa y figúrate con qué golpe imprevisto herí al pobre anciano cuando, con el corazón y los ojos llenos de lágrimas, sofocado por la vergüenza y el dolor, me abracé a sus rodillas gritando: «Renuncie usted, renuncie usted a un proyecto que la ingrata ha tirado por tierra, a una esperanza que ha desvanecido con su conducta. ¡Adela no es digna de su padre ni de su amante!

Acaso tengas que tratar con los mozos.... Te encargo mucha prudencia, mucha seriedad.... Vamos, dame otro abrazo, y ¡que Dios te lleve con bien! La pobre anciana tenía los ojos arrasados en lágrimas, y hacía grandes esfuerzos para aparentar calma y serenidad. Tía Pepa nos miraba y sonreía tristemente. Abracé a la enferma, le un beso en la frente, y salí de la estancia.

Bajo los tilos que hacen sombra a la puerta de mi casa dijo al terminar su narración , abracé por última vez a mi buen padre, a mi querida madre, a mi hermana Lotte y a mis hermanitos. Profundamente conmovido y bañado en lágrimas, entré en la vida, que otros encuentran cubierta de flores. Pero, ánimo; el hombre ha nacido para trabajar: el cielo coronará mis esfuerzos.

Sobre su frente exangüe brillaba una cabellera tan negra, que se diría un cuervo incubando allí sus ideas. Hace ya siete años que te estoy esperando me dijo. Como era mi prometida, yo la abracé, la besé en sus rojos labios, y le repuse: ¡Siete años!... ¡Pobre Nanela!... Pero sabes... , yo también me interrumpió ella que el pérfido de Tucker, mi tío y tutor, tiene la culpa.