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Actualizado: 10 de julio de 2025
Hice un signo afirmativo, pues el miedo, que hacía pasar por todo mi cuerpo un calofrío delicioso, me había quitado el uso de la palabra. ¡Que Dios te lo pague, buena e inteligente niña! exclamó estrechándome contra su pecho. Y mi respiración se cortó en una deliciosa angustia. Dejé caer mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos.
Escríbame usted añadió estrechándome entre los brazos con verdadera emoción. De mi parte prometo hacer otro tanto. Animo y buena suerte. Todo le favorece para alcanzarla. Apenas había ocupado su asiento en la alta banqueta, cuando el mayoral tomó las riendas. ¡Adiós! repitió con una expresión en el rostro que revelaba a la vez ternura y satisfacción.
Nos echamos a reír y ella me dijo cariñosamente: En fin, usted me ama, y esto es lo importante... Sí, la amo a usted, porque la creo sincera y leal... Una sola cosa podría separarme de usted; la falsedad y la mentira... Y eso no lo espero... Creo en usted como en... Buscaba un punto de comparación, pero ella no me dio tiempo para encontrarlo. Gracias dijo levantándose y estrechándome la mano.
Tú en pago, Madre, cuando llegue el plazo De alzar el vuelo al celestial confín, Estrechándome a ti con dulce abrazo, No me apartes jamás de tu regazo. ¡No me apartes de ti!
No sabía yo por dónde dirigirme. Llegaron a mis oídos voces conocidas, sonó en la cerradura de la puerta contigua ruido de llave, y salió mi tía Pepa, tendiendo los brazos. ¡Muchacho! ¡Muchacho! Mi Rorró, ven, ven para que te abrace! Estrechándome, repetía con su locuacidad de siempre: ¡Niño de mi alma! ¡Si estás tan alto que no te alcanzo! Entra para que te veamos. La emoción la ahogaba.
Vamos; sales del paso con un madrigal... Pero piensa que lo que Dios te ha dado, puede quitártelo. Me estremecí, y él, que lo vio, siguió diciendo con dulzura y estrechándome contra su pecho: La experiencia prueba, hija mía, que todo lo que vive tiene que morir, y no he de escaparme yo de la ley.
Y, como en aquel momento se diese cuenta de mi presencia, me dijo estrechándome la mano: La Vizcondesa deseaba conocer a usted y me había pedido que se la presentase. Nada hay para mí tan empalagoso como una presentación; pero comprendía que ésta daba a Cecilia tiempo para bailar su contradanza, y me regocijó la idea de empezar mis relaciones con ella por un sacrificio. Lo era y no flojo.
Palabra del Dia
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