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Hubo antiguamente en tierra de Indias una princesa que poseyendo un arenal extenso, quiso convertirlo en jardín. A fuerza de gastar vidas de esclavos y talegos de monedas, pobló el arenal de flores maravillosamente raras cada una de las cuales representaba un tesoro.

El cocinero mayor abrió el arcón, que apareció lleno de talegos; buscó uno de ellos con la vista y con las manos, con cierto respeto de adoración; desató lentamente su boca, y procurando que las monedas no chocasen, sacó como hasta una veintena de doblones de oro. Hago un sacrificio, un inmenso sacrificio exclamó suspirando , el mayor de todos: dejar mi casa sola.

De repente presentóse taita Otárola, seguido de dos negros, cada uno de los cuales traía a cuestas un talego de a mil duros, y sacando del bolsillo medio real de plata lo echó en la bandeja, diciendo: Esta es la limosna. Luego mandó avanzar a los negros, y colocando sobre la mesa los dos talegos añadió: Esta es la fantasía.

Vuelve los ojos y mira aquel cazador mentecato del gallo , que está ensillando su rocín a estas horas y poniendo la escopeta debajo del caparazón, y deja de dormir de aquí a las nueve de la mañana por ir a matar un conejo, que le costaría mucho menos aunque le comprara en la despensa de Judas . Y al mismo tiempo advierte cómo a la puerta de aquel rico avariento echan un niño, que por partes de su padre puede pretender la beca del Antecristo , y él, en grado de apelación, da con él en casa de un señor que vive junto a la suya, que tiene talle de comérselo antes que criallo, porque ha días que su despensa espera el domingo de casi ración . Pero ya el día no nos deja pasar adelante; que el agua ardiente y el letuario son sus primeros crepúsculos, y viene el sol haciendo cosquillas a las estrellas, que están jugando a salga la parida , y dorando la píldora del mundo, tocando al arma a tantas bolsas y talegos y dando rebato a tantas ollas, sartenes y cazuelas, y no quiero que se valga de mi industria para ver los secretos que le negó la noche: cuéstele brujeleallo por resquicios, claraboyas y chimeneas.

¡Viuda! dijo Aldaba ; el cocinero mayor está tan apergaminado y enjuto, que me parece que tiene vida para muchos años. El día menos pensado... es rico, ¿no es verdad? ¡Vaya!... ¡si dicen que revende empleos! Luisa dice que en un cuarto obscuro tiene un arcón que debe estar lleno de talegos. Es muy avaro. Y muy ciego: dicen que su primera mujer era peor que ésta.

Y por otro balcón del lado derecho va la Prosperidad, coronada de espigas de oro y vestida de brocado de tres altos , bordado de las cuatro estaciones del año, sembrando talegos sobre muchos mentecatos ricos, que van en literas roncando, que no los han menester y piensan que los sueñan.

No se atrevía a darles «otras cosas» que gustaban a aquellos animaluchos, capaces de tragarse a su propia madre; tenía demasiada conciencia para eso. Entusiasmábase al detallar las abundancias que la rodeaban. Pan, a montones; había día que llenaba de mendrugos dos talegos, y hasta las gallinas, hartas, no querían más. Por las mañanas, al levantarse, el rico café.

Unos caían de espaldas, como talegos repletos, y su cabeza, al encontrar las tablas de la valla, producía un eco lúgubre. Ese no se levanta gritaban en el público . Debe tener abierto el melón.

También todo estaba como lo había dejado cuando regresó de comprar el cordoné. La arena y los ladrillos no parecían haber sido movidos. ¿Era realmente un ladrón el que había sacado los talegos? ¿o era una potencia cruel, que ninguna mano podría alcanzar, que se había deleitado en sumirle por segunda vez en la desesperación?

Aquí todas nacen de pie dijo la Burlada a Crescencia , menos nosotras, que hemos caído en el mundo como talegos». Y la Casiana, afilando más su cara caballuna, hasta darle proporciones monstruosas, dijo con acento de compasión lúgubre: «¡Pobre Don Carlos! Está más loco que una cabra».