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La iglesia actual de San-Pedro, edificada tambien provisoriamente, está recargada con demasía de imágenes de santos y de ornamentos de plata: se notan empero, entre estos objetos, muchas estatuas de madera, trabajadas en Italia por los mejores maestros del siglo pasado. Camino de San-Pedro á San-Ramon.

No deja de producir efecto en el ánimo esta composicion en cierto modo grandiosa, sea que realmente exista en esta arquitectura el mérito que sus apasionados le atribuyen, ó sea que en sus no interrumpidas y desnudas líneas descanse con placer la vista despues de fatigada con la recargada decoracion de los estilos gótico-florido y plateresco.

En la Plaza Nueva, en una rinconada sumida ya en la sombra está el palacio de los Ozores, de fachada ostentosa, recargada, sin elegancia, de sillares ennegrecidos, como los del Casino, por la humedad que trepa hasta el tejado por las paredes. Al llegar al portal Ana se detuvo; se estremeció como si sintiera frío.

Con emplastos de cal y sinapismos de barro parecía un inválido de la arquitectura; y la fachada principal, renovada, recargada de adornos churriguerescos, sobre todo en la puerta y el balcón de encima, le daba un aspecto grotesco de viejo verde.

Pasamos por alto la descripcion de muchas cosas que como obras del arte no podemos elogiar, ni aisladamente, ni en su relacion con el edificio: tales son, el retablo de la capilla mayor, en que solo nos es dado encarecer el escelente trabajo manual de los jaspes en sus lechos y juntas, superficies planas y molduras; el tabernáculo, en que solo admiramos el perfecto ajuste y bruñido de los mármoles; los púlpitos de Verdiguier, borrominescos, y no obstante grandiosos; últimamente la sillería del coro, obra del escultor D. Pedro Duque Cornejo, recargada de adornos, estatuitas y medallones del estilo amanerado que privaba en la segunda mitad del siglo XVIII, con su elevada silla episcopal llena de figuras de gran tamaño, composicion en alto grado churrigueresca.

Quería volver cuanto antes, y pasó con rapidez por entre la nube de cocheros que le ofrecían sus servicios frente al gran palacio de Dos Aguas, cerrado, silencioso, dormido como los dos gigantes que guardan su portada, desarrollando bajo la lluvia de oro del sol la suntuosidad recargada y graciosa del estilo rococó. Rafael, Rafael...

El anónimo era creación literaria de Felicita; pintaba, con recargada sensiblería, los amores desgraciados de don Pedrito y Angustias, hasta el instante en que la pasión avasalladora les arrebataba en un torbellino y les impelía al rapto; refería que unos perseguidores desalmados iban a los alcances de los amantes evadidos, con propósito de destruir su felicidad; esbozaba, con trazos al carbón, el cuadro venidero de una doncella sin honor, de todos despreciada, y de un sacerdote indigno, caso que no se les permitiese casarse; y, por epílogo, suplicaba de los Padre dominicos y de los marqueses de San Madrigal que intercediesen con el obispo, con el cual tenían notorio metimiento, para que obligase al descarriado seminarista a cumplir como hombre cabal con la chica.

El señor Cuadros, tirando de las riendas para refrenar su veloz caballo y agitando el látigo, las saludaba desde lo alto de aquella cáscara de nuez montada sobre ruedas. A su lado iba Teresa, desbordando sus carnes blanduchas sobre el banquillo de terciopelo azul, moviendo con cierta incomodidad su cabeza, como si le molestase la capota, recargada de rosas y follaje, regalo de su marido.

Su poblacion, compuesta de indios moxos, ascendia, en 1691, al número de dos mil doscientos cincuenta y tres , y en 1824 vino esta mision á ser capital de la provincia. Su iglesia es muy vasta y de bella arquitectura, aunque un tanto recargada de esculturas en madera. La casa de gobierno, que tiene un piso alto, es grande y bastante cómoda.

Añádase que, si es cierto que el flúido eléctrico entra en la economía de la vida humana y es el mismo que llaman flúido nervioso, el cual excitado subleva las pasiones y enciende el entusiasmo, muchas disposiciones debe tener para los trabajos de la imaginación el pueblo que habita bajo una atmósfera recargada de electricidad hasta el punto que la ropa frotada chisporrotea como el pelo contrariado del gato.